miércoles, 26 de noviembre de 2008

Edguy - Tinnitus Sanctus (2008)


You're alive said the maker and smiled at the aardvark
You're divine by the grace of the master above

Recurriendo al cliché: Edguy es una banda que no necesita mayor presentación. El genio musical de esta agrupación alemana es el prolífico Tobias Sammet, encargado también de su proyecto Avantasia, o el gran supergroup de metal en la nueva era. Edguy empezó como la banda de unos adolescentes que ya desde el inicio mostraban un talento musical muy importante. Afianzados en el género del power metal, con el paso de los años y los discos, Edguy ha evolucionado a sonidos menos clásicos y más heavies. Desde su excelente disco Hellfire Club, Tobias Sammet ha manifestado su apatía para con el power metal, un género repetitivo y sin frescura. Hay mucha verdad en sus palabras: a diario aparecen nuevas bandas de power metal y todas suenan igual, la mayoría de ellas, incluso usan las mismas temáticas insulsas en sus canciones, a saber, calabozos y dragones, hadas, duendes, enanos y balrogs de fuego. En cambio, lo que ha caracterizado el trabajo de Sammet es la comicidad y las temáticas que en muchos casos llegan a lo poético.

Rocket Ride (2006) rompió con los viejos esquemas de Edguy: el doble bombo desapareció, salvo en una canción. Sammet supo innovar con un trabajo fresco que decepcionó a más de uno, ya que el alemán se había aburrido del mismo power metal de antaño. Quizá no fue un disco tan prolijo como Hellfire Club, pero mostró elementos sin los cuales Edguy sería hoy sinónimo de innovación y compromiso con la música. Tinnitus Sanctus se nos había anticipado como un disco distinto, la evolución lógica de Edguy, not another Mandrake's legacy... Era de esperar un trabajo con el sonido nuevo de Sammet (que desde Avantasia ha estado mostrándose como el mejor de su carrera).

Ministry of saints es la canción perfecta para abrir cualquier disco de metal. Se trata de una canción pesada de clásico heavy metal con el toque inconfundible de Edguy. Es el tipo de canciones que uno se espera de cualquier disco de esta agrupación alemana: una estructura nada pretenciosa, un estribillo que se queda en la mente desde el primer momento y otro tema más para ser interpretado en cualquier concierto.

La segunda canción es Sex Fire Religion, que si bien no es un medio tiempo sí es más pausada que su predecesora. En realidad, en este track se escucha todo el hard rock que Edguy ha estado implementando en los últimos tiempos. Musicalmente hablando es una canción disfrutable, con otro buen estribillo, aunque un poco anodina a final de cuentas. La letra no es un poema precisamente, por cierto "Maybe she don't know love but she knows how to make it".

The pride of creation es definitivamente la favorita por defecto del avarage Edguy fanboy. Un gran tema que comienza muy potente, pero que en realidad es más calmado de lo que aparenta, sin mencionar que el nivel de los estribillos sigue en constante crecimiento. Sammet había dicho en una entrevista que él se parecía a Dios en el sentido de que los dos tenían muy buen humor, y para prueba dijo que sólo miráramos un cerdo hormiguero (cerdo, no oso: an aardvark), si eso no era un chiste de Dios, entonces quién sabe de qué broma del destino se trata. La temática de la canción, más que de una alabanza al cerdito, es sobre el ateísmo, viéndolo desde un punto de vista más ligero, con la comicidad típica de Sammet.

Por el contrario, Nine lives es una canción mucho más seria y con una letra bastante buena. Ésta sí es más parecida a un medio tiempo, con algunos elementos electrónicos que la distinguen, que quizá recuerden a Matrix de Rocket Ride. Una canción muy de la nueva era, que seguramente detestarán los fanáticos del viejo Edguy y que amarán los que gustan de su disco anterior. Yo soy de los segundos.

En cambio, Wake up dreaming black es más el tipo de canción que uno encontraría en Mandrake, que si bien no regresa a la velocidad extrema, tiene un gusto a power metal mucho más pronunciado. Una buena canción, pero que repite una fórmula que Edguy había utilizado mucho antes, sobre todo por el "dying angels, dying angels" en el coro.

El mejor estribillo del disco, quizá, es el de Dragonfly, hímnico (anthemic suena mejor) y poderoso. Una canción que en cuestión de temática no es precisamente brillante, pero tal aparente deficiencia se compensa con el gran trabajo que suponen las letras con la melodía. Parece ser que la encomienda de Sammet era crear un juego de palabras que a la vez sonaran excelente con el ritmo de la música. Lo logró y aquí está una de las canciones épicas de este trabajo.

Thorn without a rose es la balada del disco, algo que se presiente desde el título. A Sammet le gustan las rosas y nos lo ha demostrado a través de muchas canciones (The scarlet rose de Edguy y I don't believe in your love, de Avantasia). No faltan los comentarios de que suena a Bon Jovi, quizá es por su famosa canción de Bed of roses, que pareció crear una marca registrada con respecto a estas flores. Sammet es mucho mejor músico que Bon Jovi y su música no tiene nada qué ver. Ésta es una gran canción, una power ballad que vale mucho la pena.

9-2-9 es otra canción con el sello de Rocket Ride: sonidos modernos de la mano de un medio tiempo. La letra, por cierto, es de lo mejor que hay en el disco. En sí misma ésta es una canción muy bella, que en un principio no destaca demasiado. Sólo falta prestarle un poco de atención y tendremos uno de los mejores temas del disco.

A reserva de lo que puedan decir muchos, Speedhoven es una de las mejores canciones compuestas por Tobias Sammet. El inicio es genial, todo un himno que, por alguna razón, suena a música sinfónica (la de verdad, no metal sinfónico). Lo mejor es que Sammet sabe no abusar de esta clase de sonidos, ya que es conciente de que la fórmula de Rhapsody of fire no puede usarse todo el tiempo. Lo que para la media sería una canción-himno más, para Edguy es sobresaliente, y es que ésta no es una canción con sonido épico, sino que es simplemente genial. Su estructura va más allá de lo trillado de las canciones largas. Aquí podemos advertir detalles muy interesantes, como el uso tan acertado del teclado de una forma que quizá es atípica en este tipo de temas. Sin duda alguna, la mejor canción de Tinnitus Sanctus y en el top 10 de Sammet como compositor.

Dead or Rock le hace honores a su título. El sonido no podía ser más hardrockero y el descaro de las guitarras es evidente. No es una mala canción, sino todo lo contrario. No obstante, me parece que está en el lugar equivocado, ya que para cerrar el disco hubiera sido mejor otro tema.

Aren't you a little pervert too?! es la clásica canción cómica que Tobias hace como bonus. En Mandrake tuvimos un conejito alienígena que toca la batería muy rápido, en Hellfire Club a Lucifer teniendo un orgasmo, en Rocket Ride nos fuimos al Caribe con una canción tropical, hoy toca Texas: country del bueno, con banjo y todo. ¿Más que decir? No lo creo...

Tinnitus Sanctus definitivamente no es un disco para todos, así se escuche una y otra vez. Como veníamos anunciando al principio de esta reseña, se trata de la evolución lógica de Edguy desde su deslinde del power metal. Lo que Sammet llama ser sincero consigo mismo no es lo que precisamente a todo mundo le gusta, ya sea porque Tobias no es el powermetalero que todo mundo creía, o porque en la actualidad hay un extraño tabú contra el hard rock y los sonidos más clásicos. Más allá de eso y las comparaciones ociosas con bandas como Aerosmith o AC/DC, Tinnitus Sanctus es un gran trabajo, la muestra de que el genio musical de Sammet aún no ha terminado y que va en ascenso, aunque quizá no en la dirección que todo mundo desearía.

Hay canciones que no terminan de ajustarse al trabajo, eso es claro, como Wake up dreaming black o Sex Fire religion, pero en general éste ha sido el mejor esfuerzo de Edguy hasta la fecha. Hellfire Club, en cambio, es la cumbre de su power metal, de la vieja faceta que no pudo ser cerrada de mejor manera, en lo que es uno de los mejores discos de la década. Tinnitus Sanctus es mejor que Rocket Ride porque ha llenado lagunas que en el anterior trabajo aún costaban cohesionar con el nuevo sonido.

Y aunque no sea para todos los gustos: Tobias ha logrado lo que pocos pueden hacer: dos buenos discos en un mismo año, que además están muy por encima de la media.

9.3/10

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martes, 11 de noviembre de 2008

Between the Buried and Me en el Hard Rock Cafe

…you will just keep waiting.

Seis meses después de aquella visita de Between the Buried and Me (BTAM)al DF, el quinteto de North Carolina regresó a México la noche del nueve de noviembre en el Hard Rock Café. Lugar, a mi gusto, perfecto para esta banda, ya que se prestó para el Mosh Pit, se ve bien de todas partes, y el sonido es bastante bueno. Esta vez, la audiencia iba con el firme propósito de entregarse a esta gran banda; a diferencia de su visita anterior, donde, la gran mayoría de los presentes en su vida había los escuchado, y no tenían el oído educado para los growls característicos de BTAM.

Las puertas del lugar se abrieron a eso de las seis y media, y la gente fue llenando el Hard Rock, yo, afortunadamente, contaba con un boleto especial que me permitió estar en la parte de arriba y backstage. De arriba la vista era impecable, se seguía teniendo cerca el escenario, y el sonido era inmejorable.

La banda subió al escenario, tomaron sus posiciones, e inmediatamente Tom comenzó a tocar en su piano las primeras notas de Foam Born (A) The Backtrack, se detuvo un poco después, introdujo a la banda y continúo con la canción, que en vivo es impresionante, en especial ver cómo a Tom le salen los growls como si estuviera platicando, y, ver a Paul hacer esos arpegios sublimes. Como sabrán la canción va unida a (B) The Decade of Statues por lo que su transición fue perfecta. En esta canción la gente empezó a hacer el famoso mosh pit, y al verlos desde arriba pensaba, 'qué bueno que no estoy ahí'.

Unos problemas técnicos en la guitarra de Paul detuvieron por unos instantes el cambio de canciones, que como ya sabrán, en el Colors no hay tal. Afortunadamente, poco después comenzarían a tocar Informal Gluttony, la cual fue soberbia, la voz de Tom nunca se perdió y el sonido nunca se saturó, aun en las partes más pesadas, mismas que prendían a la audiencia de una manera sublime.

Otros problemas técnicos detuvieron nuevamente la transición de canciones, pero no tardaron mucho para continuar con Sun of Nothing (canción favorita de Tom para tocar en vivo), sólo que en vivo no hubo changuitos entre canciones. La canción es impresionante en vivo, sobre todo porque fue perfectamente ejecutada, y fue imponente escuchar al recinto entonar el “I’m floating towards the sun…”. Y qué decir de Ants of the Sky, que cumplió todas mis expectativas, fue apoteósico el inicio, así como el solo del final.

Prequel to the Sequel vino inmediatamente después, canción que al ser de las más pesadas fue de las que más puso el Mosh a todo lo que podía dar. Y donde vimos a Tom llevar su voz al límite para hacer un growl agudo y uno bajo, algo realmente impresionante, pero más impresionante era ver su presencia escénica, es un espectáculo por sí solo, sabe mantener a la gente atenta. Viridian llegó poco después, misma que dejó ver la habilidad de Dan en el bajo, y que dio un respiro para retomar fuerzas para la última canción del disco; la majestuosa White Walls: verla en vivo fue toda una experiencia, por lo grandioso de la canción, y en especial, por el clímax musical de los últimos 4 minutos de la canción. La canción fue impecable, es impresionante ver cómo suenan en vivo, incluso mejor que en el disco. Prueba inequívoca de su dedicación a su música y eso es algo que se agradece mucho.

La banda abandonaría el escenario aproximadamente por 20 minutos, tiempo suficiente para recuperar fuerzas y tomar una cerveza. Regresarían para decirnos que tocarían cosas de su viejo material. Y comenzaron el segundo setlist para tocar una de las canciones obligadas: Mordecai, canción del Silent Circus, que es violentísima, súper pesada; riffs que te taladran los oídos, y que tiene también una parte singalong que da escalofríos escuchar en vivo, siendo coreada por toda la audiencia.

Continuarían con un rolón muy antiguo, tanto, que el mismo Tom confesaría que tenían bastante tiempo sin tocar dicha canción en vivo, fue Shevanel Cut a Flip; canción del primer disco de la banda, que fue una sorpresa bastante agradable para todos los presentes esa noche. Roboturner, del Alaska, continuaría con la magistral ejecución de su repertorio. Las dos anteriores fueron canciones impresionantes, que prendieron a la gente, y que, fueron de lo más pesado de la noche. Seguirían con la canción que abre el disco Alaska: All Bodies. Canción en donde perdí la voz luego de gritar como loco “All bodies, contortion!”.

Al terminar la canción, la banda se despidió, pero dijeron que tocarían una canción más, era obvio cuál iba a ser, en especial cuando todo el recinto empezó a gritar el nombre de la canción al unísono. Sería la obligada: Selkies: The Endless Obsession. Canción que contiene, uno de los mejores solos de guitarra que ha escrito Paul, y que no defraudó. Justo al terminar las letras de la canción con la línea “We can speak of obsession... we can love the endless” empezó aquel grandioso momento en el que Paul pondría punto final con su guitarra a ese maravilloso concierto.

Lo más increíble de esta banda, no es cómo suenan en sus discos, ni lo impecable que suenan en vivo (a no ser por las fallas técnicas propias de una presentación en vivo); lo mejor de este colectivo de músicos es lo sencillos que son, y lo increíblemente amigables que pueden llegar a ser con sus fans. El hecho de que el artista te haga la plática a ti como fan, en vez de tú a ellos en un meet and greet es algo que pocas veces se ve.

El concierto como tal fue muy bueno, arriba del promedio, y de lo mejor de este año. Es de esos conciertos de los que no tengo nada por lo que quejarme, y créanme, eso es raro en mí (ayudó mucho que no estuviera abajo en medio del Slam y los empujones). Por cierto, les debo las fotos.

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