jueves, 26 de noviembre de 2009

Between the Buried and Me - The Great Misdirect (2009)


¿Qué debe hacer un artista después de haber alcanzado la perfección? ¿Repetir patrones o fórmulas que le garanticen un resultado similar en obras posteriores? ¿O reinventarse nuevamente para alcanzar la perfección de una manera distinta?

Las anteriores no son preguntas sencillas, y aunque su complejidad varía en función del artista, las respuestas nunca son similares: Trent Reznor nunca logró superar The Downward Spiral (1994), Mikael Åkerfeldt no ha logrado superar Orchid (1995) —en parte porque el sonido de Opeth en ese entonces no pertenecía exclusivamente a Åkerfeldt como en todos los discos subsecuentes—; mientras que otros genios logran la perfección una y otra vez de maneras distintas como Steven Wilson o Varg Vikernes.

El caso de Between the Buried and Me (BTBAM) es mucho más complejo, ya que la dirección artística de la banda no está bajo el control de una sola persona como en los ejemplos anteriores, sino que pertenece a los cinco miembros. Si bien la mayoría de la música recae en Paul Waggoner y las letras en Tommy Rogers, tanto Dan, Dustie y Blake tienen injerencia en la composición de las canciones. Lo anterior eleva de manera exponencial las posibilidades y rumbos artísticos de la banda. Mientras en una banda como Muse todo depende de un compositor BTBAM depende de cinco; y apenas dos años después del perfecto Colors (2007) han lanzado una nueva obra: The Great Misdirect.


Fiel a su costumbre, BTBAM, nos ha dado una hora de música en donde se mezclan más de diez géneros —desde blasts death metaleros hasta coros de niños y música de carnaval—, y en donde hacen gala de sus impresionantes habilidades para desarrollarse en sus instrumentos. Sin embargo ¿realmente necesitamos otra banda que use los discos como pretexto para presumir que son músicos virtuosos y excepcionales en sus respectivos instrumentos? No.

Narrativamente el disco es deficiente: a pesar de que el primer set de canciones (Mirrors y Obfuscation) toca puntos importantes: “una existencia entera alrededor de lo que no podemos reconocer”, las siguientes canciones se pierden en un mar de ficción, metáforas cursis (Desert of Song) y silogismos hasta la pieza central del disco: Swim To The Moon, que lírica y musicalmente es sublime. Esta canción de casi dieciocho minutos trata sobre un sujeto que cansado y exhausto de la mentira de esta civilización decide suicidarse navegando hasta el reflejo de la luna en el mar. "This is what I lived to be, this very moment is the first time in my life that I've felt pure joy" (Para ser esto viví, este preciso momento es la primera vez en mi vida que he sentido alegría pura).

¿Por qué ser tan duro con BTBAM? Porque no son una banda de improvisados o una banda nueva, porque sabemos de lo que son capaces, porque el hacer discos para presumir que haces riffs complicados e intrincados está bien para Petrucci, pero no para ellos quienes lograron tejer una historia conceptual sublime a lo largo de su anterior disco. Y sobre todo, porque una vez lograda la perfección, no se debe aceptar nada menos que eso. Claro, The Great Misdirect no es para nada un disco malo, y la canción con la que cierra el disco es una obra maestra del romanticismo al ser un himno del individualismo y la soledad, pero no es para nada un disco perfecto.

Calificación del disco: 4.16 estrellas de 5 posibles.

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lunes, 5 de octubre de 2009

Sonata Arctica - The Days Of Grays (2009)


Hace mucho tiempo que el power metal dejó de ser un género original que aportara nuevas cosas a la música. El riesgo de ser un músico que se dedique a él es enorme, pues casi siempre es una apuesta con altas probabilidades de ser perdida. Afortunadamente Tony Kakko lo entendió hace mucho tiempo y tanto para él como para los fans - para desgracia de muchos que no están dispuestos a escuchar temas más complejos - lejos han quedado los años en que la música a toda velocidad era la marca constante de los discos.

Así es como siempre se comporta el arte: una perpetua evolución que va exorcizando los lastres del pasado o, en su defecto, y como suele ocurrir en este género, toma los viejos componentes y los calca. La música más sincera, como las novelas, los poemas o las pinturas, se debe también al egoísmo inherente del artista - y éste es acaso un rasgo positivo que los creadores pueden tener el lujo de explotarlo como deseen. De hecho, ése debería ser ya un punto a favor de todos los compositores que, en estas épocas de modelos prefabricados que sólo responden a las necesidades de un público mediocre, se atreven a ser sinceros consigo mismos.

Si el power metal peca de pocos elementos para argumentar una estética musical relevante, también es cierto que es posible tomar elementos de este género para formar obras bellas. Para Sonata Arctica esta forma de hacer música ha quedado como un trasfondo favorable. Así como los libros nacen de los libros, según la teoría de Álvaro Enrigue, los discos se deben a las influencias. Pero así como no se trata de reescribir Rojo y negro de Stendhal, tampoco vale la pena buscar en los propios discos pasados para entregar un nuevo material que sea sólo una repetición absurda de los viejos sonidos. Desgraciadamente, a los fanáticos parece molestarles cada vez que un artista se olvida de todos los demás y se concentra en la música que éste quiere hacer: sucedió con Unia, también sucede con The Days Of Grays, que, si bien no es un disco tan experimental como el anterior, da muestra de la evolución y de la ambición de Tony Kakko por trascender en un género tan repetitivo.

Si algo destaca de este disco es que la mayoría de las canciones son arriesgadas y dejan de lado la vieja estructura de verso-estribillo-verso-estribillo-solo-estribillo: ya pocos son los tracks que se sustentan en el coro. En cambio, Tony Kakko ha apostado por estructuras más complejas hasta convertir este disco en algo a caballo entre el metal progresivo y el power metal con toques sinfónicos - en algunas partes incluso se nota la influencia de Nightwish, tanto en letras como en música; no por nada Kakko y Holopainen son buenos amigos. Como muestra de ello está Dethaura, el segundo tema del disco, que es acaso uno de los mejores en la historia de Sonata Arctica, donde, además, hay la participación voces femeninas.

Juliet, por ejemplo, es muestra de la maestría de una banda madura que compensa las melodías amigables con los pasajes complejos que, en todo caso, se encuentran a su nivel máximo en The Death Skin, un tema progresivo en toda regla. Sorprende también la inclusión del saxofón como complemento del solo de guitarra de The Truth Is Out There.

No es que prescindir de los estribillos sea condición sine qua non para lograr buenas canciones. Así lo ha entendido Tony Kakko en temas como The Last Amazing Grays o la genial No Dream Can Heal A Broken Heart, donde, si bien el coro juega un papel importante, el resto de la música ofrece una complejidad importante que lleva a momentos en los últimos minutos donde ya no es necesario reincidir en las melodías pegajosas. Caso contrario es Flag In The Ground, que sí es una concesión al género que, aunque efectiva, cae en un lugar común que parecía superado.

Es refrescante, tanto para la música vista de manera global, como para el metal en general, siendo Sonata Arctica una agrupación tan famosa, que haya bandas que se alejen de esa tentación de repetir fórmulas. Si bien las temáticas que toca The Days Of Grays no son del todo destacables - desde amor, pasando por momentos brillantes a otros bastante cursis, hasta X Files -, la música da muestra de un estilo depuradísimo que sólo se topa con las barreras de las pésimas baladas aquí incluidas - curiosamente, el bonus track es hermoso - que no dejan que el disco acabe de ser un todo efectivo.

Se dice, por cierto, que éste es de esos discos que merecen ser escuchados con atención más de una vez - lo que es de por sí una obviedad insportable. ¿No acaso el arte merece siempre esa concentración? Lamentablemente la cultura del shuffle tiende a destruir las obras: las novelas no se leen de manera aleatoria - ni siquiera Rayuela -, los discos tampoco.

Hoy día, ir contra el mainstream es una apuesta estética que debería ser la bandera de los músicos sinceros. Tony Kakko parece aceptar esta idea para entregar su disco más maduro a la fecha.

4.33/5

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domingo, 27 de septiembre de 2009

Muse - The Resistance (2009)


Muse, en medio de su gran dramatismo –con un estilo reminiscente a Queen– y sus fusiones de géneros, ritmos y texturas electrónicas, ha logrado darnos con su más reciente disco de estudio (The Resistance) un compendio de canciones, algunas irrelevantes y otras musicalmente sublimes y con un mensaje insoslayable para estas épocas de sodomía mental.

They'll try to push drugs to keep us all dumbed down, and hope that we will never see the truth around” (Intentarán dar drogas para mantenernos inutilizados, y esperando que nunca veamos la verdad a nuestro al rededor) nos advierte Bellamy en “Uprising” los peligros de vivir en el delirio de la vida moderna. Es la voz de aquéllos que hemos despertado y reconocido la mentira de este sistema la que nos identifica con Bellamy al escucharlo cantar con su singular falsete tales estrofas.

If you could flick a switch and open your third eye, you'd see that we should never be afraid to die” (Si pudieras mover un switch y abrir tu tercer ojo, verías que no deberíamos nunca temer a la muerte) es lo que nos quiere hacer comprender este genio contemporáneo; que las respuestas a nuestras preguntas más complejas y trascendentales están en los sentimientos que construyen vida: el amor es nuestra resistencia (“Love is our resistance”).


Mención aparte merece la sinfonía “Exogenesis” (que yo interpretaría como génesis fuera, “nacimiento afuera de”), una verdadera joya musical contemporánea que es a la vez un prisma de imágenes y sensaciones esperanzadoras. Crear mundos a fuera de éste que hemos destruido al seguir la ilusión de una civilización antropocéntrica. ¿Qué hacemos aquí? se nos cuestiona en Overture, es demasiado tarde ya para este planeta al que llamamos Tierra y es necesario abstraernos a realidades fuera de este agonizante mundo.

Es inspirador ver salir del “mainstream” maravillosas obras de arte como lo es este disco, que a pesar de caer en lugares comunes como en “I Belong to You”, tiene como motor principal el hacer pensar al escucha: que cuestione su realidad, que se resistan a aceptar al sistema caído, y que logremos como especie reencontrarnos con las cosas que en un principio nos hicieron únicos: el amor y el pensamiento abstracto.

Calificación del disco: 4.09 estrellas de 5 posibles.

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domingo, 20 de septiembre de 2009

Porcupine Tree - The Incident (2009)


Cuando la felicidad llega a tu vida, cuando en verdad llega la felicidad a tu vida, te destroza. Te enseña que todas aquéllas insignificantes cosas materiales que creías te hacían feliz, eran solamente eso: cosas insignificantes. Es devastador alcanzar la felicidad, es un sentimiento de propósito cumplido, de estar en la cima de tu búsqueda por la esencia de la vida misma: ser feliz.

The Incident es un testimonio de la felicidad de Steven Wilson. Así como discos anteriores son testimonios de las cosas que él, como artista encontró de valor; como el uso del LSD (Voyage 34), contar historias mágicas y enigmáticas (Deadwing) o simplemente testimonios de sus creencias como persona (Signify), el más reciente disco de estudio de la banda de “rock progresivo” que trasciende las etiquetas musicales de los mortales es eso: un testimonio de la felicidad de un hombre aterradoramente melancólico.

Empezando por la disonancia cognitiva que es el tener dos discos aislados conformando una idea de un solo disco –ya que “The Incident → Disco 1” y “The Incident → Disco 2” son dos discos no relacionados ni en lo más elemental musical o líricamente hablando al mismo tiempo conforman el mismo disco– y comprendiendo la historia y vanguardia musical que ha representado esta materialización de una de las muchas manifestaciones artísticas de Steven Wilson que es Porcupine Tree; The Incident recrea a la perfección el pensamiento disidente y belicoso de Wilson en un contexto de armonía, belleza y amor.

Promedio del disco 1: 4.07 de 5 estrellas.

Es el encontrar belleza en las cosas más triviales e irónicas de la vida cotidiana (“Your Unpleasant Family”), y el comprender lo angustiante y devastador del paso del tiempo al mismo tiempo que haces tuya la noción del momento que te permite admirar desde lo atemporal la belleza de lo efímero (“Time Flies”); lo que The Incident en su conjunto tiene como mensaje.

Musicalmente, las cosas necesarias del sonido de Porcupine Tree están presentes, y en general se siente una falta de innovación al recurrir frecuentemente a ideas previamente desarrolladas. Los solos de guitarra con el sello característico de Steven están ahí, recordándonos lo increíblemente sencillo que puede ser el crear música bella cuando ésta es hecha con la calidez artesanal única de la banda.

Es sumamente admirable lo eficaz que resulta la inherente melancolía Wilsoniana para la composición de música sencilla y bella que trasciende las etiquetas de cualquier género musical conocido por el hombre; Y cómo puede esa misma melancolía Wilsoniana crear canciones geniales y bellas como “Remember Me Lover”.

Promedio del disco 2: 4.50 de 5 estrellas.

Promedio de ambos discos: 4.28 estrellas de 5 posibles.

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miércoles, 2 de septiembre de 2009

Mastodon en el Salón Vive Cuervo

Todas las fotos tomadas de: flickr

De todas las cosas triviales que más me emocionan y entusiasman en el mundo, ir a conciertos sigue estando en el primer lugar; más si la banda a la que voy a ver es una con un cierto grado de respeto propio –si es una banda de metal se entiende que no se han “sensibilizado”, “estandarizado” a la música comercial, o no han llegado a trivializar las letras de sus canciones hablando de ser ellos mismos, o sobre algún tema romántico (ya ven que es bien original escribir canciones de amor)– y sobre todo, con alto grado de virtuosismo.
Mastodon sigue cumpliendo con estos criterios, y a pesar de que ya hay hipsters amenazando con inmiscuirse en la base de seguidores de la banda, la noche del pasado martes 25 de agosto en el Salón “Vive Cuervo” presencié una de las más brutales experiencias musicales y trascendentales de mi vida. Aún cuando el lugar del evento no se llenó, los asistentes quedaron satisfechos al presenciar una de las más trepidantes presentaciones en vivo que hay en la actualidad.
Llegué media hora antes de que iniciara el concierto, o mejor dicho, antes de la hora que el boleto tenía como hora de inicio, y no sólo no había filas, los revendedores estaban dando los boletos por debajo del precio de taquilla. Esto me causó mucha risa, esas sanguijuelas que son los revendedores tenían una cara de desesperación que pocas veces tengo el gusto de ver, ojalá en todos los eventos les pasara lo mismo para que pronto dejaran de existir. Ya adentro no tuve dificultad en encontrar un buen lugar en donde ver el concierto, por lo mismo de lo poco concurrido del evento.

Una corta espera para que empezara la banda abridora, misma que no merece nada de mí, aunque sí me gustaría señalar lo estúpido que se ha convertido eso de tener bandas “abridoras”; ni ellos lo disfrutan –no creo que exista algún artista al que le guste recibir insultos y silbidos al tocar en vivo– ni el público lo disfruta, al contrario nos es molesto. Habrían que pensar los promotores si realmente sigue conservando algo de sentido el tener teloneros, además de que me sigue resultando aberrante que esto sea algo impositivo, finalmente si me interesara la banda abridora de perdida me sabría su nombre, o los iría a ver a ellos al “Vive Latino” o en donde sea que estas banduchas toquen en estos días de sodomía mental. Y ni mencionar el infantil argumento de que hay que apoyar el rock mexicano, por favor.
Posterior a otra corta espera después de que montaban el escenario de Mastodon y desmotaban el de Yokozuna salieron al escenario los cuatro integrantes de la banda principal de la noche, más un tecladista que entró por otro lado y que, como era de esperarse tocó durante todo el primer setlist que consistió en todo su nuevo disco: “Crack The Skye”.

Lo que caracterizó al primer setlist fue lo “calmado” de éste, si bien el disco es calmado, en vivo no lograron transmitir la energía de las canciones, en parte porque los micrófonos de los dos “vocalistas” nunca lograron escucharse de una manera constante. De hecho me da la impresión de que así estaba planeado por el ingeniero de sonido. Para fortuna de muchos, todos los instrumentos a excepción del teclado que parecía más estar de adornosobresalieron con una nitidez y una ejecución sublime. Finalmente, tanto Troy como Brent como vocalistas son muy buenos instrumentalistas. Buena a secas esta presentación completa de su más reciente disco, supongo que después de este tour se cerrará este capítulo de la banda llamado “Crack The Skye”.

El segundo setlist de la noche fue uno mucho más violento y pesado, casi inefable si no fuera por la palabra: brutal. Bladecatcher, Colony Of Birchmen, The Wolf Is Loose, Crystal Skull y Capillarian Crest fueron las primeras cinco canciones del segundo setlist, todas de su tercer disco: “Blood Mountain”; y todas bestialmente ejecutadas: rápidas, pesadas, y ya sin el bigotón tecladista. El público se puso muy intenso, tanto en histeria colectiva como en golpear al de junto, todos hipnotizados por los trémolos ocasionados por los riffs destructores de Mastodon.

Logré mantenerme en pie hasta ese punto, a pesar de estar en el epicentro de los moshpits. Pero cuando tocaron Megalodon y Blood and Thunder, ambas del apoteósico “Leviathan” ya no pude más. No sólo fue catártico, fue una de esas experiencias únicas que te dejan descubrir en ese preciso momento, cuando tu razón ha sido reducida a esquivar golpes y respirar, todo bellamente adornado por la histeria colectiva, la perfecta unión que hay entre el alma y la música.

Así cerraron el segundo setlist, de una manera demencial. Regresarían para tocar un tímido encore compuesto por dos canciones: Iron Tusk y March of the Fire Ants de los discos Leviathan y Remission respectivamente. Que también fueron rápidas y brutales, pero ya todo había sido dicho desde las últimas dos canciones del segundo setlist.

Un concierto más, y aunque cada vez pierdo más mi capacidad de impresionarme fácilmente, sigo creyendo en bandas con miembros que se salen a curiosear en los puestos de mercancía pirata a las afueras del recinto donde tocaron; y en bandas que le siguen pintando un dedo a interactuar con el público. Para qué hacerlo si pueden salir al escenario sólo a tocar, que para eso compré mi boleto.

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sábado, 8 de agosto de 2009

Black Metal, más allá del maquillaje.



Hasta hace unos meses el black metal era para mí un género de música minimalista –por no decir simplista–, con gente que se maquilla como cadáveres, o eso dicen ellos –a mí me parecen más bien “mimos malotes”– y el cual, a mi entender, abusaba del “shock” para impresionar a su audiencia. También me llamaba mucho la atención el estilo con el que “cantan”, el llamado shriek. Me resultaba sumamente risible cómo en muchos casos las voces se convierten en un “sonido” que acompaña a la supuesta melodía, vamos, no es para nada algo inteligible ni mucho menos algo armonioso, ya no digamos estético.

A pesar de esto, aproximadamente un par de semanas atrás encontré una definición en una página de “metal” –que yo no llamaría metal per se, lo llamaría Metal In Opossition, haciendo un paralelismo con el Rock In Oposition, y explicaré el por qué de este paralelismo más adelante– que me hizo tomar un interés inusitado en el movimiento que representa el black metal; la definición sería la siguiente: 

“Black metal is dark and fast music using melodic development to express its themes. Of all the metals, this is the most communicative with the modern listener, expressing nihilism and a heroic anti-social assertion of the self. Evolving simultaneously with death metal, this genre includes all of the technique and rhythmic intensity of the former with more emotive and comprehensible poetic communication within the music.”
Acá su traducción al castellano: 

“El Black Metal es música oscura y rápida que utiliza progresiones melódicas para expresar sus temas. De todos los subgéneros del metal, éste es el más comunicativo con el escucha moderno; expresando nihilismo y una aseveración heroica y antisocial del yo. Evolucionando simultáneamente con el Death Metal, este género incluye toda la técnica e intensidad rítmica del death metal con más comprensible y emotiva comunicación poética dentro de la música.”

Lo anterior se desprende de la controvertida página, www.anus.com/metal; página que lleva más de una década reseñando bandas de death metal, grindcore, trash y black metal.

Esta definición me hizo adentrarme en el género; finalmente, lo peor que podría hacer a estas alturas de mi vida sería caer en una intransigencia musical. Una vez adentrado en el género, su estética y su filosofía pude discernir lo siguiente: ni es la basura que aparenta ante el resto del mundo, ni es la representación más pura de nihilismo, aunque sigo sin aceptar el valor musical que sus seguidores le quieren dar.

Filosóficamente termina volviéndose algo completamente subjetivo; vamos, comprendo perfectamente que la temática recurrente en las canciones –paganismo, ocultismo, satanismo y espiritismo principalmente– representan de manera metafórica que hay un rango infinito de juicios de valor, y que no hay conceptos universales de belleza –ni de bueno o malo–, pero, no dejan de ser juicios humanos. Es ahí donde el black metal cae en su primera contradicción, o error lógico: el nihilismo busca entender al mundo sin la perspectiva humana. Al emitir juicios de valor sobre el orden establecido en nuestra sociedad inevitablemente plasma su propia perspectiva –igual de humana que cualquier otra–, así como su cosmovisión, y lejos de liberar a la música de la perspectiva humana, la permea con su propia perspectiva del mundo –así ésta sea diametralmente opuesta al orden social establecido.

Estéticamente el black metal es el género de música popular que integra en mayores cantidades elementos del romanticismo a sus composiciones. Sin embargo, musicalmente contiene muy pocas o nulas características rescatables: después de haber escuchado tanto progresivo el minimalismo me causa mucha pereza mental, la repetición (drone) melódica no es eficaz al no desarrollarse en algo concreto, la intensidad rítmica termina distorsionándose en ruido no armónico –diametralmente opuesto al del noise o el del shoegaze– y sus mencionadas progresiones melódicas son completamente nulas en la mayoría de los casos.

Bajo la óptica del siguiente aforismo: la música real se compone de melodía, armonía, ritmo, textura y estructura: el black metal pretende disolver la armonía y la melodía dentro de elementos estéticos del romanticismo, abusando del ritmo y la textura –donde para los black-metaleros la textura es tener producciones muy deficientes, casi amateurs y voces agudas e ininteligibles– y crear sus propias estructuras musicales que antagonicen con aquéllas de la música comercial.

Desgraciadamente, quedan al aire varias cosas, por ejemplo: que hay bandas y personas concretas dentro del género que realmente creen lo que cantan o gritan mejor dicho –es decir, hay black-metaleros que en verdad creen en el espíritu del bosque, o que en verdad adoran al diablo y a sus demonios– o el absolutismo moral en el que caen casi todos los black-metaleros –como descalificar a cualquier género o tipo de música por ser accesible o amigable a las personas comunes, o desvalorizar a cualquier banda que plasme en su música la dualidad belleza-brutalidad como Opeth. 

También resulta sumamente preocupante la intransigencia musical en la que caen los seguidores de este género, finalmente: la música sólo es, todo lo demás es perspectiva humana; y en ese sentido, cerrarse a todo lo que la música tiene por ofrecer en pos de un solo género o estilo es el peor error que alguien puede cometer. Decir que la música comercial es mala sólo por ser comercial es tan malo como decir que el black metal es malo sólo porque a los black-metaleros les gusta maquillarse de mimos.

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miércoles, 5 de agosto de 2009

Mastodon - Crack the Skye (2009)


Please, please take my hand
Please take my soul to rest


Sucede algo muy peculiar en los círculos del metal más extremo, los entusiastas de estos géneros (léase Black Metal, Death Metal, et al) tienden a polarizar sus posturas ante bandas que en un principio tenían un sonido más pesado y poco accesible para oídos no educados en riffs saturados y en voces que para la gente común suenan cacofónicas.


Mastodon y su más reciente disco de estudio, “Crack the Skye”, polarizaron a muchos entusiastas del metal extremo y a los mismos seguidores de la banda. La razón es la antes expuesta, en su nuevo disco adoptan una postura mucho más melódica, voces “limpias” y en general un sonido que en primera instancia suena más accesible para oídos no metaleros; esto fue un pecado imperdonable para muchos, para otros tantos fue la culminación del proceso de maduración en el sonido de la banda, y la incursión de Mastodon en terrenos del rock progresivo.


Aunque ya en entregas anteriores el sonido de la banda exploraba aspectos del rock progresivo, no habían logrado integrar completamente dichas influencias a su música, incluso pocos comprenden por qué “Remission” y “Leviathan” son etiquetados como metal progresivo cuando muestran pocas, o en algunas canciones nulas influencias de este género. Ya para “Blood Mountain” adoptaron mayores influencias del progresivo, y con un sonido menos “pesado”, pero para su cuarto disco de estudio su metamorfosis sonora fue completada.


Como ya es característico en los discos que edita la banda, el arte del disco es siempre sublime, disco tras disco los booklets y las portadas son adornadas por la estética visual y el detalle del arte de los discos. “Crack the Skye” no es la excepción, Paul Romano nuevamente logra evocar diversas sensaciones con sus ilustraciones, y sobre todo, el surrealismo que lo caracteriza al crear las portadas de Mastodon es pieza clave de la exitosa combinación de sus dibujos y la música de Mastodon.


Los discos conceptuales han sido fundamentales a lo largo de la carrera de la banda, vamos, no cualquiera hace de su segundo disco de estudio una obra conceptual basada en Moby-Dick. Y en éste, su cuarto disco, no se rompe la regla; nuevamente el disco cuenta a través de sus letras la historia de un paraplégico que sólo puede moverse a través de viajes astrales. En uno de esos viajes el sol quema el cordón umbilical que iba atado a su plexo solar que permitía que su alma regresara a su cuerpo; esto provoca que vague por el espacio hasta que cae en un agujero de gusano, mismo que lo lleva al mundo de los muertos. Ahí él les explica que no ha muerto, los espíritus descubren a través de una clarividencia que dice la verdad y deciden ayudarlo. Por alguna extraña razón los espíritus deciden ayudarlo y ponen su alma en el cuerpo de Rasputín, aunque luego ambas almas salen del cuerpo y viajan a través de una abertura en el cielo, mientras Rasputín ayuda al joven paraplégico antes de que muera de verdad, aunque queda poco claro si al final logra salvar su cuerpo de la muerte antes de que sus papás, que creen que está muerto, se deshagan de su cadáver.


El disco abre con un sonido raro en Mastodon, una canción muy calmada para los estándares de la banda. Riffs sin mucha complicación, cambios de tiempo interesantes, progresiones melódicas sublimes y solos de guitarra bastante blueseros. Algo radicalmente opuesto a lo que había venido realizando la banda en entregas anteriores. La abridora es Oblivion, canción que crea el ambiente propicio para la parte de la historia que cuenta: alguien perdido en un universo alterno, perdido en uno de sus viajes astrales.


Divinations, que en español quiere decir clarividencia, trae voces “rudas” al disco, aunque distan mucho de la manera en la que Troy y Brent lo hacen en entregas anteriores; de hecho, el disco carece de “harsh-vocals” que no son propiamente growls. La canción como tal empieza con un banjo y unas guitarras que van rapidísimo, aunque la canción evoluciona a algo más tranquilo, el principio es bastante bueno. Nuevamente los solos y ese feeling de progresivo están presentes a lo largo de la canción.


En la tercer canción, Quintessence, hablan de temas como el paradigma tiempo-espacio, entre otros efectos de usar ácido al escribir canciones. La canción es bastante irrelevante a mi parecer, tanto en melodía, como en la parte de la historia que cuenta, como en la carencia absoluta de emoción durante ella. No sólo es el track más débil del disco, además carga con la maldición de anteceder a la mejor rola del disco: The Czar.


The Czar es una canción larga y compleja musicalmente, que aborda el tema de la Rusia Zarista como algo meramente anecdótico y circunstancial dentro del concepto del disco, y que enfoca más su narrativa a cómo el personaje lucha con el alma de Rasputín dentro del cuerpo de éste cuando de repente caen en la abertura en el cielo (“the crack in the sky(e)”) y de ahí empiezan a darase un viaje místico y alucinante. Musicalmente es un auténtico viaje, y con un solo de guitarra distorsionadamente sublime.


El disco continua con Ghost of Karelia canción de corte progresivo, que no logra terminar de convencer por lo que tarda en desarrollarse. De hecho, nunca lo hace realmente, es completamente linear, algunos cambios de ritmo aquí y allá pero nada espectacular. Lo mismo sucede con Crack the Skye, a pesar de tener elementos interesantes, lo linear y chato de la composición hace que las ideas rescatables dentro de la canción terminen perdiéndose dentro del concepto ambiguo del disco y la excesiva necesidad de mastodon por incluir elementos del rock progresivo.


El disco cierra con The Last Baron, uno de los mejores temas del disco; es Mastodon haciendo una canción que es progresivo en su forma más pura. Y, contiene pasajes instrumentals sublimes, celebrando el virtuosismo de sus integrantes de manera tímida, siempre con una gran noción de la melodía. Cierra bien el disco, aunque es bastante inconclusa en su narrativa la ultima canción.


Tomar cualquier postura radical hacia el disco sería a todas luces un error, hay que comprender que Mastodon en su conjunto lo único que hizo fue seguir sus necesidades artísticas, antes de las necesidades de los fans o las disqueras, algo bastante loable.


Probablemente fue algo riesgoso suprimir los elementos extremos de su sonido, y probablemente el rock progresivo en su forma más ortodoxa no sea el mejor camino que como banda deban seguir, eso sólo el tiempo lo dirá. Lo que sí es cierto es que la música sólo es, todo lo demás son juicios humanos, y a mi juicio, este disco no fue lo que esperaba de la banda: 2 tracks bastante débiles, ideas rescatables que no terminan de desarrollar por lo mismo del crossover, y un par de tracks épicos y sublimes, todo enmarcado en el concepto del disco.


Espero que este próximo martes 25 de agosto suenen genial en vivo, entre tanto yo le doy a Crack the Skye 3.7 estrellas de 5.

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jueves, 25 de junio de 2009

Dream Theater - Black Clouds & Silver Linings


Look in the mirror
What do you see? The shattered fortress That once bound me

Hay dos tipos de fans de Dream Theater: los elitistas que se quedaron conformes hasta Scenes From a Memory y los que prefieren el sonido que la banda comenzó a desarrollar a partir de Six Degrees of Inner Turbulunce. Los primeros, no importa qué, dirán que cualquier nuevo disco de esta agrupación es intrínsecamente malo por el simple hecho de que no suena a Images and Words o, en el más benevolente de los casos, a Awake. Los segundos pueden quedar inconformes con la progresión en el sonido de la banda, pero tienden a aceptar las nuevas propuestas del grupo. El ejemplo más inmediato lo tenemos en Systematic Chaos, un álbum que supuso una disputa entre ambos bandos de fans. Los elitistas dijeron que ése fue el peor disco de Dream Theater, ya sea porque coquetearon con el thrash metal o porque simplemente no fue un Images and Words reloaded. Por un lado no es de extrañar que algunos seguidores del grupo anhelen una entrega parecida a ese álbum, que después de todo es una de las joyas del metal progresivo de nuestros tiempos. Por otro, es realmente una pena que este sector dogmático no pueda apreciar las propuestas que Dream Theater nos hace cada dos años. Para ellos cada disco nuevo es el peor: le pasó a Octavarium, a Systematic Chaos, y le pasa también a Black Clouds & Silver Linings y le pasará al próximo.

De cualquier forma éste fue un regreso muy esperado, no sólo porque algunos deseaban que la banda volviera a sus orígenes, sino porque también el disco pone fin a la Twelve-Step Saga donde se relata el alcoholismo y la recuperación de Mike Portnoy. El álbum ya era prometedor desde el inicio, pues cuenta con pocos temas y la mayoría de una duración considerable, por lo que había pocas posibilidades de sacar un single comercial. Por otro lado, si en Systematic Chaos experimentaron con los sonidos más fuertes, aquí vemos un Dream Theater más melódico e interesado por la búsqueda de las texturas, sin dejar atrás lo característico de la banda, como lo son esos complejos pasajes instrumentales. También es de destacar - y aquí empiezan los peros - la calidad de las letras, que en cada álbum son peores: van desde lo absurdo, incomprensible, inverosímil, hasta la franca cursilería.

Así pues, este disco abre con un tema sumamente potente, como lo es A Nightmare to Remember. La canción causó polémica desde el primer momento. Hay quien dice que este track es una copia de Opeth, y una muy mala. El trabajo vocal de James LaBrie siempre es muy criticado - lo que es totalmente injusto, sindo él un referente inmediato e inevitable a la banda -, pero en este caso lo que parece veradaderamente extraño es cuando Mike Portnoy toma las riendas de la canción haciendo de una voz profunda y agresiva. Algunos dicen que se trata de un intento de hacer growls. A mi entender es demasiado pretencioso comparar lo que hace el baterista con lo que puede lograr un maestro como Åkerfeldt, porque ni siquiera pretende hacer uso de una voz gutural. De hecho el único crimen conceptual-lógico de este performance vocal es la estrofa que canta Portnoy, ya que no resulta demasiado verosímil o al menos congruente que un hombre rabioso esté diciendo It's a blessing no one died by the Grace of God above everyone survived (roooooaaaar!!), aunque posiblemente se trataba de un simple cristiano con la voz muy ronca. Por lo demás, ésta es una de las canciones más logradas del disco.

Lo que sigue es el primer single del disco. A Rite Of Pasage viene a confirmar lo que ya decíamos en un principio sobre las letras. Una teoría que explique el porqué del concepto de la canción es que John Petrucci leyó en una sola semana todos los libros de Dan Brown, porque el tema habla de un rito realizado por una comunidad secreta, quizá del sionismo internacional o posiblemente de una conspiración judeomasónica. Más allá de eso, me parece que éste es uno de los singles más sólidos de Dream Theater. El estribillo es simplemente brillante, pero el punto cumbre es, sin duda alguna, el solo a la mitad de la canción, que combina la maestría de Petrucci y unos sonidos muy interesantes que Jordan Rudess logra crear.

El tercer track es una balada que tiene un gusto a ese viejo Dream Theater del que tanto se habla. Wither es un exorcismo para el artista, pues su temática gira en torno al bloqueo de escritor. De inicio se sabe que las baladas no son el fuerte de esta banda - con las excepciones de Another Day, Space-Dye Vest y Hollow Years -, pero ésta es por sí misma una pieza muy interesante y que seguramente agradará a muchos fans de antaño. Mención aparte menciona el solo de guitarra, que es un tributo a Brian May. De hecho, lo que sigue del disco rescata de manera vívida y sumamente audible las grandes influencias de la banda.

A continuación comienza el tema más polémico del disco: The Shattered Fortress. En pocas palabras, este esperado final de la Twelve-Step Saga es un medley de las canciones anteriores. El alcohólico explora su pasado y mira en retrospectiva todos los pasos que tuvo que dar para llevar al momento culminante de su recuperación. No se trata de un copy-paste descarado, sino que rescata dentro de sus riffs originales momentos clave de los tracks anteriores. No hay duda de que ésta fue una apuesta arriesgada por parte de Portnoy. Muchas personas esperaban un tema completamente original para cerrar esta saga y quedaron decepcionadas. Por sí sola esta canción no aporta demasiado, pero vista como un conjunto - como lo que realmente es esta saga - es muy buena, ya que sirve como una ligadura que redondea el concepto detrás de una historia que se ha venido desarrollando a lo largo de cinco discos. Ahora sólo falta esperar que Dream Theater se decida a tocar en un concierto toda la saga, en lo que será uno de los momentos cumbre de esta banda.

Regresando al tema de las influencias musicales, nacida del tan famoso sonido de Rush, llega una de las mejores canciones del disco y de toda la discografía de Dream Theater. La historia de The Best Of Times es triste, ya que es un homenaje que Portnoy le rinde a su padre, quien murió de cáncer. Se dice que él le cantó la canción en su lecho de muerte. A partir de esa experiencia lo único que se puede esperar es un tema lleno de sentimiento y emociones. Dream Theater no ha fallado en esa tarea, ya que nos entregan una canción de trece minutos que se caracteriza por ser muy melódica y con gusto al rock progresivo que practica Rush. La letra es un tema aparte. Es cierto, la muerte de un padre puede desestabilizar a cualquier persona y devenir en la creación de un texto sentimental, pero en honor al arte, el punto más débil de esta canción es la cursilería que destila, que se queda en lo anecdótico, el cliché y el lugar común. En fin, esto puede ser perdonado si tenemos en cuenta que Dream Theater no es una banda de poetas, sino de hombres que intentan hacer lo mejor que pueden y en esta canción lo logran de manera sobresaliente. Por otro lado, John Petrucci ha sido siempre muy criticado por ser un guitarrista demasiado técnico y sin feeling. En esta canción les cerró la boca a todos. Lo que culmina el track es un solo de guitarra tremendamente emocional que es lo mejor que ha hecho Petrucci en su carrera, hands down.

The Count Of Tuscany es la canción que cierra el disco, la más larga, genial y absurda de todas. Se extiende más allá de diecinueve minutos y se define como uno de los temas más épicos y sublimes en la discografía de Dream Theater. Nuevamente el único problema de la canción es la letra, que sabrá Dios de qué trata: algo sobre un conde de la Toscana que es fanático del vino y que cuenta una historia sin mucho sentido. Más allá del apego de Petrucci por las sustancias opiáceas, sólo queda decir que esta canción lo tiene todo. Abre con un pasaje instrumental de más de tres minutos, algo que ya se ha vuelto típico en esta banda. La primera parte de la canción es muy potente y cuenta con un estribillo destacable, quizá el mejor de todo el disco y uno de los más brillantes que han logrado hacer. Lo que sigue es un tributo a Pink Floyd que Jordan Rudess se encarga de hacer mediante el uso del continuum, ese extraño instrumento que usa también al inicio de Octavarium. Para finalizar tenemos una sección acústica y de gran melodía que explota de una manera muy bella y que es cantada de manera más que destacable por el inefable LaBrie.

Lo que Dream Theater ha logrado en esta ocasión es, quizá, su disco más interesante desde aquel mítico Scenes From a Memory o, si se quiere ya entrados en la nueva era de la banda, desde Train of Thought. El hecho de haber explorado nuevos registros dota a este trabajo de un balance y una armonía que no se hacía presente en entregas anteriores. Lo que nos regalan en este trabajo no es poca cosa, y es que siendo una banda consolidada dentro del metal progresivo pudieron acomodarse en los sonidos que venían haciendo. Es cierto que tampoco hay una transformación radical, pero las melodías que encontramos en The Best of Times nos hacen pensar que, talvez, de alguna manera hay un ánimo por reinventarse; no es casualidad que esto haya devenido en el mejor solo en la carrera de Petrucci.

En muchos casos los discos de Dream Theater se reducen a un conjunto de buenas canciones y otras más bien extrañas que terminan por desentonar. La virtud de Black Clouds & Silver Linings es precisamente que han encontrado un balance que, dadas las condiciones históricas de la banda, parecía imposible. A título personal, agradezco que desaparecieran los intentos por sonar como Muse (el punto débil en Octavarium) o a Metallica (la debilidad de Systematic Chaos), aunque esto es una apreciación meramente subjetiva. Lo condenable - y esto no puede pasarse por alto - son las letras.

¿Acaso este trabajo está a la altura de Images and Words? El tiempo dirá, pero lo más probable es que éste sea el punto más elevado de todo el trayecto que Dream Theater ha venido recorriendo desde la última década.

9.5/10

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miércoles, 24 de junio de 2009

The Mars Volta - Octahedron (2009)



“But my heart it asks, just one more time…
Are you still a mess?”
A menos de año y medio de haberse publicado su cuarto disco de estudio, The Mars Volta grabó en menos de un mes su quinto disco de larga duración: Octahedron. Las cosas que uno se puede imaginar al enterarse que The Mars Volta sacó un disco en relativamente poco tiempo van desde, “es un disco hecho al vapor”, “ha de ser un disco de lados B o de covers”, “no me inspira confianza”. Lo cierto es que en la interminable lucha de las bandas por manejar su catálogo por encima de los fines de lucro de las malvadas compañías discográficas, The Mars Volta ha obtenido con el lanzamiento de Octahedron una importante ventaja sobre su disquera. Y es que, con eso de que se ha puesto de moda que los artistas saquen discos a través de descargas en Internet, o en el tiempo y forma que ellos decidan, The Mars Volta decidió lanzar un disco con material inédito aunque éste rompiera con el proceso “normal” de grabación, producción y promoción de un disco.

La evolución de la industria musical se está dando de una manera tal que dentro de un futuro no muy lejano habrá muy pocos intermediarios entre los músicos y los consumidores de su arte, o sea los fans. Es por eso que ahora vemos a artistas como Nine Inch Nails sacar discos cada 9 meses o menos, en formatos diversos. Y lo mejor, cada vez serán menos los artistas prefabricados para consumo masivo, y los músicos de verdad cada vez tendrán menos personas presionándolos para tomar una dirección musical determinada. Y aunque también esta evolución en la industria tiene repercusiones negativas, que un músico tenga la posibilidad de lucar con su arte en el tiempo y forma que mejor le convenga es algo que no tiene precio. Especialmente porque no habrá disqueras ni productores impuestos por las disqueras entrometiéndose en el proceso creativo de un disco.

El futuro de la música en el nuevo milenio es promisorio, así como lo es la carrera de esta banda. La incertidumbre dejada por The Bedlam in Goliath es disipada con esta nueva entrega de Omar y Cédric, quienes dejan atrás los discos de más de 70 minutos, inecesariamente largos y tortuosos en ocasiones, y las canciones de más de 10 minutos. Y aunque lo anterior podría asustar a los puritanos del progresivo, considero que en el caso de The Mars Volta este cambio sólo ha traído cosas positivas. Y es que, a diferencia de sus tres últimos discos que iban de los 70 a 75 minutos Octahedron dura exactamente 50:03 minutos, es el disco más corto que han sacado de hecho. Calidad sobre cantidad es la apuesta de Omar en esta entrega, no hay canciones de relleno o de las cuales se podría prescindir, tampoco hay secciones instrumentales prolongadas dentro de las canciones, así que no esperen escuchar otra “Cassandra Gemini” u otra “Tetragrammaton”.

Algo contrastante en el nuevo disco con su referencia inmediata, The Bedlam in Goliath, el disco anterior, es lo melódico y calmado que puede llegar a ser Octahedron en más de una ocasión. Y es que, como recordarán, su disco anterior estaba lleno de estruendosas cacofonías, guitarras sumamente distorsionadas, y una larga lista de instrumentos musicales que fueron utilizados para el anterior disco; todos estos elementos yuxtapuestos dentro de las canciones de manera tal que había prácticamente pocos momentos tranquilos dentro de The Bedlam in Goliath.

La canción encargada de abrir el disco es la melancólicamente sublime “Since We've Been Wrong”, canción que tarda minuto y medio en empezar, y lo hace con una guitarra acústica acompañanda de la voz de Cédric. Ésta canción es lo más cercano que tiene The Mars Volta a una canción de amor, y debe ser una de las pocas donde las letras tienen sentido sin tener que recurrir a sustancias enervantes para alcanzar a comprender lo que las letras dicen. Corta pero efectiva, la canción se desarrolla de una manera preciosa y evoca nostalgia y melancolía en el escucha.

Teflon” es la segunda canción del disco, canción con el sello característico de la casa, y que tiene una dinámica distinta a la de la canción anterior. Una canción arquetípica de The Mars Volta, cambios de ritmo repentinos, letras sin mucha coherencia, y los falsetos característicos de Cédric. “Halo of Nembutals” es una de esas canciones donde Cédric nos presume su excelente uso del diccionario con términos como: "vermin", "sloth", ringworms", "necrophiliacs", "carcinogen", y "palindromes" entre otros. Como es ya característico en el sonido de la banda, la voz de Cédric toma un rol fundamental en esta canción, y en sí todo el disco tiene bastantes influenzas de Soul, adaptando por supuesto, estas influencias a la peculiar voz del mexico-americano.

La cuarta canción del disco es “With Twilight as My Guide” que es nuevamente una canción calmada, con letras sombrías y confusas. Sin temor a equivocarme ésta es una de las mejores composiciones de Omar, y una de las mejores interpretaciones de Cédric que durante la canción hace gala de su voz. La transición entre “With Twilight as My Guide” y “Cotopaxi” es casi imperceptible, sin embargo la canción es diametralmente opuesta a su predecesora; de hecho es muy parecida a “Wax Simulacra” ya que ambas son canciones cortas pero muy pesadas, rápidas, en momentos agresivas y de las mejores canciones en sus respectivos discos.

La antepenúltima canción del disco es “Desperate Graves”, otra canción impresionante, impecable, y con un estribillo memorable. Para este punto uno no se explica cómo es posible que el disco esté por terminar y todas las canciones son tan buenas, y ésta es a mi gusto la mejor. Además, como todo el disco, esta canción tiene un “mood” bastante roquero, no por nada no hay instrumentos de viento en el disco. Otra canción calmada es la encargada de seguir después de “Desperate Graves”, se trata de “Copernicus”. Otra balada de desamor, y nuevamente una rola más bien calmadota que nuevamente prueba que Omar lo mismo puede conjuntar cacofonías, diversos instrumentos y melodías dentro de una canción que crear atmósferas sosegadas. Incluso los efectos hechos con sintetizadores al final de la canción son bienvenidos, pero no más que la letra de la canción, es bueno ver que Cédric ya no sólo escribe canciones sobre sus visiones provocadas por sus “viajes”.

Para cerrar el disco no podía ser otra que “Luciforms”, canción con un feeling bluesero/rockero, con un órgano a la Yes, y con una línea de bajo magistral, y uno de los mejores coros que le he escuchado a “The Mars Volta”. Es una delicia esta canción, excelente para cerrar el disco, y que te deja con ganas de volver a escucharla una y otra vez. Y es que no es para menos, la canción y el disco son perfectos de principio a fin, no logro encontrarle algún defecto, ni algo que no me guste de este disco, ni mucho menos de “Luciforms”.

Considero que la apuesta de Omar creó un disco perfecto, melódico y bello en el resultado final. También cabe mencionar que no hay tracks débiles, y en ningún momento se hace tedioso el disco, algo que le criticábamos tanto a “The Mars Volta” en entregas anteriores. El mejor trabajo de la banda después de su aclamado primer disco, y favorito para convertirse en un clásico de esta ya, legendaria banda.
No me gusta dar calificaciones máximas, pero este disco para mí lo amerita, por eso le doy 5 estrellas de 5 posibles.

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lunes, 8 de junio de 2009

Metallica en el Foro Sol

Fotos de: (Flickr)
Metallica ha sido una banda que ha marcado generaciones enteras, durante más de veinte años su música ha llegado a innumerables personas, de diversas edades, grupos étnicos y nacionalidades. Durante los ochentas fueron el máximo exponente de la música que se oponía al pop y a la industria musical. Su música creó un paradigma en el metal, y rompió con muchos paradigmas de las bandas “pesadas” de los ochentas. Y aunque, al fin humanos, no son perfectos y han cometido muchos errores a lo largo de su carrera (demandar a los usuarios de Napster, o el "Black Album" entre otros); han logrado superar todas las adversidades, incluso las que ellos mismos se han puesto, para convertirse en una de las bandas legendarias de la historia musical.
Por ésas, y muchas razones más, no es de extrañarse que en su concierto del sábado, al que asistí, se vieran familias enteras, señores con sus hijos, metaleros de 40 a 50 años, y ni hablar de los hijos de papi con sus playeritas Abercrombie y las fresas que sólo se sabían “Nothing Else Matters”. Por un lado es admirable la diversidad de fanáticos, en su mayoría señores que de jóvenes fueron marcados por la música de esta banda, y que crecieron y siguieron con sus vidas, y ahora asisten con sus familias a ver la banda que alguna vez era la quintaesencia de la contracultura del metal. Pero por otro lado es molesto ver que los que ahora son (somos) jóvenes no se puedan ni fumar un churro porque ya los andan regañando, que porque hay niños presentes…
Metallica no es ni ha sido la mejor banda del mundo, pero sí una de las más significativas, por lo que representó su música en los ochentas, y porque con sólo tres álbumes perfectos lograron el estatus de leyendas vivientes.
Llegar al Foro Sol es cada vez más complicado, gracias al “Circuito Bicentenario” (a.k.a. Circuito Interior, Río Churubusco) que está hecho un desmadre. Si a eso le sumamos que el Viaducto está imposible a todas horas, llegar al Foro Sol se ha vuelto una tarea de alto riesgo para los que vamos en carro; y además tenemos que ir dispuestos a que nos roben: en el concierto de Radiohead cobraron $50.00 de estacionamiento y ahora se les hizo fácil cobrar el doble. Pero una vez que te resignas a vivir en el subdesarrollo y sabes vivir con el hecho de que todo mundo te quiere sacar dinero hasta por “decirte cuál es tu lugar”, asistir a conciertos en el Foro Sol siempre es agradable. No sólo por lo impresionante del lugar y su capacidad, sino por el ambiente que se vive, y es que, que una cerveza esté al triple de su valor real no es impedimento para que el mexicano se embriague. Sí, asistir a un concierto en México es ver cómo el punto de equilibrio de las curvas de la oferta y la demanda se mueve siempre a favor de los que ofrecen, e insisto, no queda otra que resignarse.

Cuando al fin pude llegar a mi lugar, ya tocaba una banda que se hace llamar “Resorte”, banda de la que había escuchado como dos canciones en la secundaria y que nunca me interesó. Tampoco me interesan ahora que los vi en vivo. La otra banda abridora fue la infame Avenged Sevenfold, banda que debo admitir me gustaba hasta su último disco, y a pesar que tocaron tres de mis canciones favoritas de ellos: “Unholy Confessions”, “Chapter Four” y “The Beast and the Harlot”, sólo lograron decepcionarme. La voz de Mr. Shadows cada vez suena peor en vivo, y los solos de Synyster Gates no suenan igual en vivo, y de hecho el sonido no les ayudó. Con decirles que el Reverendo que ahora canta, nunca se escuchó ni en las canciones del nuevo disco dónde tiene un rol más importante como vocalista. Para terminar pronto, nada destacable de su presentación.
Después de una larga y aburrida espera, viendo como de la tribuna aventaban cosas a los de general y viceversa, fluidos corporales varios, vasos de papel, y cerveza, y ya con una luna impresionante, salieron al escenario sin mucha espectacularidad los integrantes de la banda: Hetfield, Ulrich, Trujillo y Hammett.

Empezaron tocando “Creeping Death”, canción de su poderoso segundo álbum “Ride the Lightning” y fue tan magistral en vivo como en el disco, pero no divina como en presentaciones en vivo de los ochentas. De hecho eso fue lo que en general me dejó el concierto, son buenos, pero antes eran mejores. Sin duda su vida de “adultos” pudo al fin doblegarlos, eso y la edad. Sin embargo aún tenían la actitud y las ganas de antes, y eso fue lo que para mí rescató el concierto, que al menos hicieran lo que les gusta con la convicción de dar todo de sí. Pero regresando a la interpretación, fue poderosa.
Su segunda canción sería “For Whom the Bell Tolls” también de su segundo disco, de hecho del “Ride the Lightning” tocarían dos canciones más de él, para un total de cuatro. En vivo me encantó, en especial porque los "mosh-pits" ya podían verse en varias partes de “General”, gracias a que por alguna razón todo el concierto dejaron las pinches luces que alumbraban al público prendidas…
Y después de tales descargas de adrenalina con dos obras maestras, sublimes, refinadas y selectas dentro del trash-metal tocarían una aún más pesada, hablo de: “Ride the Lightning”. Una canción que aún se escucha pesada en la actualidad. Imagínense cómo fue en 1984, era algo así como ponerle Opeth a tu abuela. Y qué podía seguir después de tal joya, sólo algo de su mejor disco: “Master of Puppets”, su quinto track de hecho. Fue “Disposable Heroes”, y ya los mosh-pits eran cada vez más grandes. Fue impresionante, y gracias a lo austero, amplio y práctico del escenario se podía ver perfectamente desde donde estaba. El solo de Hammett tuvo mucho sentimiento, aunque menos rápido que antes, fue otra rola poderosa y pesada, de las viejitas pues. Y la gente ya había llegado al paroxismo sólo de ver las primeras cuatro canciones de la noche, y continuaron haciéndolo con “One”. Como ya sabrán la canción empieza tranquilona para después estallar con unos riffs pesadísimos, y en vivo fue grato como la mayoría se la sabía, y eso que no era del Black Album…
Luego vendría una de las nuevas, y una de mis favoritas, que siento será de los clásicos de la banda, “Broken, Beat & Scarred”. Rápida, poderosa, buenas letras y perfecta para la voz del Hetfield de ahora. Ya no raspa la voz al cantar como antes, pero al menos en ésta no se extrañaron sus años dorados.
Lamentablemente las emociones bajarían un poco para mí con una canción de su segundo peor disco, “Reload”. Fue "The Memory Remains", y hasta los mosh-pits se detuvieron, y bueno… para qué le sigo. Y luego siguieron con “Sad but True” y yo mejor me senté a ver a los demás cantarla. No me paré ni para la siguiente canción, un cover de hecho, “Turn The Page”.

Sigo sin entender cuál es la fascinación de Metallica de tocar covers en sus presentaciones en vez de poner material ochentero que siempre es bien recibido. Afortunadamente siguieron con otro rolón de su más reciente disco, “All Nightmare Long” que fue de lo mejor de la noche para mí, y aunque tocaron sólo tres del genial “Death Magnetic” siento que tocaron las indicadas. Porque de hecho, la canción siguiente fue “The Day That Never Comes”, canción de la que he leìdo comparaciones absurdas. Lo cierto es que es una canción más bien calmada que tiene una parte instrumental muy buena y unos riffs chingones para el final de la canción.
Y aunque las emociones en general ya habían bajado, en comparación al trepidante inicio, éstas volvieron a exacerbarse con “Master of Puppets”. Fue increíble verla en vivo, y aunque el señor de a lado y su hijo se me quedaban viendo con cara de espanto yo mejor hice headbang como loco. Y cómo no, ver semejante obra maestra del metal en vivo no es algo que se ve todos los días. Y tocarían la primera canción de su segundo disco, la cuarta de ese disco que tocarían esa noche. “Fight Fire With Fire”, que fue violentísima y que otra vez puso los mosh-pits por toda la zona de General, algunos un tanto grandes, todo espectacularmente decorado con la pirotecnia del show, propia para la canción, que precisamente habla de eso, fuego.
Lo malo es que después de esa canción, no me volvería a emocionar tanto el resto de la noche, esto porque cerraron el setlist principal con dos canciones del lastimero Black Album, “Nothing Else Matters”, y “Enter Sandman”, para regresar al encore y tocar un pedazo de "Suicide & Redemption" y tocar un cover (“The Prince”). A mí me molestó que nos dieran sólo un pedacito de semejante monstruo de diez minutos, y en vez de eso tocaran otro cover.
Pero para beneplácito de los más antiguos seguidores de la banda tocarían los tracks 8 y 9 de su disco debut. “No Remorse” y “Seek & Destroy”. Canciones bastante buenas, aunque me hubiera gustado ver en vivo algún track épico de sus discos que más me gustan como Master of Puppets, …And Justice for All, o Ride the Lightning. Aunque supongo que estuvo bien que cerraran con lo más rápido y pesado de su repertorio. Algo meritorio tocar esas canciones tan veloces en vivo a su edad.
Fue muy buen concierto, a pesar del mexicano y su idiosincrasia, y gracias al buen clima se pudo disfrutar de un sonido perfecto, al menos desde donde yo estaba. No es para nada el mejor concierto de la historia como muchos dicen, pero si aceptable para una banda de las proporciones de Metallica.
Si me preguntan, me quedé con ganas de ver “My Apocalypse” en vivo.

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