lunes, 5 de octubre de 2009

Sonata Arctica - The Days Of Grays (2009)


Hace mucho tiempo que el power metal dejó de ser un género original que aportara nuevas cosas a la música. El riesgo de ser un músico que se dedique a él es enorme, pues casi siempre es una apuesta con altas probabilidades de ser perdida. Afortunadamente Tony Kakko lo entendió hace mucho tiempo y tanto para él como para los fans - para desgracia de muchos que no están dispuestos a escuchar temas más complejos - lejos han quedado los años en que la música a toda velocidad era la marca constante de los discos.

Así es como siempre se comporta el arte: una perpetua evolución que va exorcizando los lastres del pasado o, en su defecto, y como suele ocurrir en este género, toma los viejos componentes y los calca. La música más sincera, como las novelas, los poemas o las pinturas, se debe también al egoísmo inherente del artista - y éste es acaso un rasgo positivo que los creadores pueden tener el lujo de explotarlo como deseen. De hecho, ése debería ser ya un punto a favor de todos los compositores que, en estas épocas de modelos prefabricados que sólo responden a las necesidades de un público mediocre, se atreven a ser sinceros consigo mismos.

Si el power metal peca de pocos elementos para argumentar una estética musical relevante, también es cierto que es posible tomar elementos de este género para formar obras bellas. Para Sonata Arctica esta forma de hacer música ha quedado como un trasfondo favorable. Así como los libros nacen de los libros, según la teoría de Álvaro Enrigue, los discos se deben a las influencias. Pero así como no se trata de reescribir Rojo y negro de Stendhal, tampoco vale la pena buscar en los propios discos pasados para entregar un nuevo material que sea sólo una repetición absurda de los viejos sonidos. Desgraciadamente, a los fanáticos parece molestarles cada vez que un artista se olvida de todos los demás y se concentra en la música que éste quiere hacer: sucedió con Unia, también sucede con The Days Of Grays, que, si bien no es un disco tan experimental como el anterior, da muestra de la evolución y de la ambición de Tony Kakko por trascender en un género tan repetitivo.

Si algo destaca de este disco es que la mayoría de las canciones son arriesgadas y dejan de lado la vieja estructura de verso-estribillo-verso-estribillo-solo-estribillo: ya pocos son los tracks que se sustentan en el coro. En cambio, Tony Kakko ha apostado por estructuras más complejas hasta convertir este disco en algo a caballo entre el metal progresivo y el power metal con toques sinfónicos - en algunas partes incluso se nota la influencia de Nightwish, tanto en letras como en música; no por nada Kakko y Holopainen son buenos amigos. Como muestra de ello está Dethaura, el segundo tema del disco, que es acaso uno de los mejores en la historia de Sonata Arctica, donde, además, hay la participación voces femeninas.

Juliet, por ejemplo, es muestra de la maestría de una banda madura que compensa las melodías amigables con los pasajes complejos que, en todo caso, se encuentran a su nivel máximo en The Death Skin, un tema progresivo en toda regla. Sorprende también la inclusión del saxofón como complemento del solo de guitarra de The Truth Is Out There.

No es que prescindir de los estribillos sea condición sine qua non para lograr buenas canciones. Así lo ha entendido Tony Kakko en temas como The Last Amazing Grays o la genial No Dream Can Heal A Broken Heart, donde, si bien el coro juega un papel importante, el resto de la música ofrece una complejidad importante que lleva a momentos en los últimos minutos donde ya no es necesario reincidir en las melodías pegajosas. Caso contrario es Flag In The Ground, que sí es una concesión al género que, aunque efectiva, cae en un lugar común que parecía superado.

Es refrescante, tanto para la música vista de manera global, como para el metal en general, siendo Sonata Arctica una agrupación tan famosa, que haya bandas que se alejen de esa tentación de repetir fórmulas. Si bien las temáticas que toca The Days Of Grays no son del todo destacables - desde amor, pasando por momentos brillantes a otros bastante cursis, hasta X Files -, la música da muestra de un estilo depuradísimo que sólo se topa con las barreras de las pésimas baladas aquí incluidas - curiosamente, el bonus track es hermoso - que no dejan que el disco acabe de ser un todo efectivo.

Se dice, por cierto, que éste es de esos discos que merecen ser escuchados con atención más de una vez - lo que es de por sí una obviedad insportable. ¿No acaso el arte merece siempre esa concentración? Lamentablemente la cultura del shuffle tiende a destruir las obras: las novelas no se leen de manera aleatoria - ni siquiera Rayuela -, los discos tampoco.

Hoy día, ir contra el mainstream es una apuesta estética que debería ser la bandera de los músicos sinceros. Tony Kakko parece aceptar esta idea para entregar su disco más maduro a la fecha.

4.33/5

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