viernes, 29 de febrero de 2008

Systematic Chaos - Dream Theater (2007)

Dream Theater es uno de esos grupos que son paradigmas de un género, y en este caso se trata del metal progresivo. Desde hace años estos estadounidenses llevan en lo alto la bandera de este tipo de hacer música y son la referencia obligada de todo el que se precie de amar la música progresiva. Con sus canciones complejas y sonidos eclécticos han logrado marcar un antes y un después en la manera de concebir al metal de la nueva era. Con su gran disco Images and Words, uno de los más prolíficos trabajos del género, el sonido progresivo tuvo un nuevo significado. Pero no fue sino hasta Scenes from a memory, que se consolidaron como el gran exponente de un metal profundamente técnico y genial. El sonido Dream Theater es una constante en muchas bandas actuales de metal progresivo que no dudan en dejar mostrar las influencias de estos señores. Desde siempre cada integrante de la banda ha sabido destacar en su instrumento: John Petrucci es actualmente uno de los mayores exponentes de la guitarra; Mike Portnoy es, quizá, el baterista actual que más ha influenciado a los nuevos talentos, y no por nada ha ganado innumerables premios por su calidad como baterista; James Labry y su tan característica voz le han sabido dar la presencia a esta banda; Jordan Rudess, el teclista obligado en toda referencia de alguien que se precie de tocar este instrumento; y por último John Myung en el bajo, que, si bien es el que menos destaca por la misma naturaleza de su instrumento, en los conciertos tiene una presencia que muchos quisieran.

Systematic Chaos es su último disco de estudio y en él se da muestra de por qué esta banda que, a pesar de no haberse hecho publicidad por medios como MTV, es tan reconocida. Desde su disco pasado, Octavarium, el sonido había ido cambiando hasta un nivel que a muchos fundamentalistas les desagradó. Systematic Chaos si bien sigue la línea de discos anteriores como Train of thought, supone también un regreso a los sonidos de antaño.


In the presence of enemies Pt. 1 abre el disco de una manera por demás potente. El increíble riff ejecutado por Petrucci nos da paso a un tema de nueve minutos en los que la gran mayoría son instrumentales. No es sino hasta pasado el minuto cinco que Labrie hace acto de presencia. Ésta es una canción guiada por la magnífica guitarra de Petrucci con un constante teclado que sirve de atmósfera.

Forsaken es el tema más criticado del disco, y no es para menos: es todo lo que algún amante dogmático del metal progresivo teme: una canción que se queda en la mente desde la primera vez en que se escucha. Dicen algunos que parece de Evanescence por el teclado de apertura y los riffs pesados, pero lejos de tener alguna similitud con el rock gótico, éste es un tema consistente y genial, que cuenta con el mejor estribillo del disco, digan lo que digan. Además, me parece que la voz de Labrie en este tema ha quedado perfecta. Es, además, la clásica canción perfecta para un single, pero también es la prueba de que la música no tiene por qué ser absurdamente pretenciosa y complicada para ser buena.

Constant motion se caracteriza por el ritmo constante enmarcado por los riffs pesados y una ejecución vocal ruda. En resumidas cuentas es una típica canción con el sello de Dream Theater en la que incluso el bajo tiene un momento de protagonismo muy interesante. No es la mejor canción del disco, pero sí es de las más escuchadas y por algo será.

The dark eternal night es otro de esos temas pesados que siguen la línea de la canción anterior, sin embargo ésta resulta ser en momentos un poco más melódica y bastante más efectiva que su predecesora. Ésta es con seguridad una de las canciones más técnicas contenidas en toda la discografía de Dream Theater. Sobra decir que su ejecución (así como la de todo el disco) es brillante y sin rastros de ningún defecto. Dirían muchos que éste es uno de los cortes más pretensiosos, pero mientras se deje disfrutar no habría que hallarle ningún pero a la gran instrumentación con la que cuenta el tema.

Repentace forma parte de la serie de canciones que Portnoy se encuentra componiendo en torno a su problema de alcoholismo. Él decidió hacer una gran canción con diversos movimientos, donde cada uno de ellos representa uno de los doce pasos a seguir en la recuperación de esta adicción. Su meta, dice, es tocar en algún concierto todas las canciones cuando la serie termine. Mientras eso sucede podemos deleitarnos con este tema que nos deja descansar de la agresividad de las dos anteriores canciones. La música es sutil, lo mismo que la voz. Quizá en algunos puntos recuerde un poco a las composiciones de Porcupine Tree, otro de los grandes del rock progresivo. Además en este tema hacen acto de presencia las voces de varios individuos famosos dentro del mundo del metal: Steve Vai y Joe Satriani, con quienes Petrucci en alguna ocasión fue a un G3. Hasta el momento, lo mejor de todo el disco.

Prophets of war es el tema cuya autoría, en cuestión de letras, corresponde a James LaBrie. El inicio es un tanto raro, y creo que aún no lo comprendo, pero luego se diluye en una melodía directa hasta llegar a lo mejor: el estribillo donde, además de unos coros, aparece un riff dramático sin el que la canción se vendría abajo. La letra de la canción merece mención aparte, porque más allá del mensaje pacifista, alguien dijo que parecía estar escrita por el Partido Demócrata de los Estados Unidos. Yo aventuro otra teoría: la escribió LaBrie con colaboración directa de Txus de Mägo de Oz.

The ministry of lost souls tiene un inicio dramático y genial. Es el segundo tema de mayor duración en el disco con casi quince minutos de una melodía tranquila que recuerda un poco a Peruvian Skies de su disco Falling into Infinity, pero mucho más épico. Primero el tema es atmosférico y angustioso, para después dar paso a una música con cambios de ritmo y los clásicos teclados de Rudess que nunca le pueden hacer falta a los riffs de John Petrucci, un poco parecido a The dance of eternity. La tercera y última parte de la canción es una apoteosis que deviene directamente de la primera sección del tema. Nuevamente nos encontramos ante lo mejor de todo el álbum.

Para cerrar el disco tenemos la segunda parte de la primera canción, In the presence of enemies Pt. 2. La primera parte concluye con la atmósfera con la que comienza este tramo final del disco. Ésta de las canciones que en vivo tocan como una sola, pero para el álbum decidieron dividirla en dos partes para no iniciar o terminar con un tema de veinticinco minutos. Creo que lo que más disfrutan los fans en los conciertos es el famoso coro de “Dark Master” que ronda este tema, y es que suena tan bien que no podía dejar de mencionarlo como parte indispensable en este tema. Algunos dicen que es un final predecible, pero creo que no pudo haber sido mejor.


Los fans de Dream Theater son raros. Mientras que algunos piensan que esta banda ya dio todo de sí y añoran los tiempos de Images and Words, otros creen que el disco suena a Metallica, y también los hay quienes le temen a las canciones simples como Forsaken sólo porque son cantables. Últimamente estoy cavilando la teoría de que cada nuevo disco será detestado por un grupo de gente a la que sólo le gustó uno de los álbumes y que quieren que todo suene a lo mismo. Nadie en su sano juicio podría decir que éste un trabajo mediocre, al contrario, es técnicamente perfecto y las canciones brillan por sí solas, salvo Constan Motion y Prophets of war. Nunca me gustó U2, y Evanescence es el clásico grupo de los góticos wannabe junto a Lacrimosa. Y si Dream Theater a últimas fechas está sonando a esos dos, veo sólo dos opciones: o quienes dicen eso no tienen mucho que hacer en este mundo, o yo tengo un profundo amor inconfesable por Bono y Amy Lee a tal grado que los busco en Dream Theater, sobre todo en un disco como éste, que, según yo, suena muy progresivo, hasta agresivo, incluso más que sus clásicos. En todo caso, no tengo problema alguno en decir que éste es uno de los discos de Dream Theater que más he disfrutado.

9.1/10

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domingo, 10 de febrero de 2008

Sonata Arctica - Unia (2007)


Sonata Arctica es una de esas bandas que están destinadas a hacer historia en el mundo del power metal. Con su primer disco Ecliptica prácticamente lograron consagrarse, gracias a los riffs veloces, la batería trepidante y los teclados a toda velocidad. Este estilo se quedó en ellos hasta su penúltimo disco, Reckoning Night, donde comenzaron a cambiar de sonido. La búsqueda por sonar de otra forma, de madurar, se ha consumado en Unia, el último disco de esta banda finlandesa que fue lanzado al mercado en el 2006. Un trabajo que sin duda dejará perplejo a más de uno.

Actualmente hay una tendencia bien clara en el mundo del metal, y ésa es evolucionar musicalmente hablando. Antes resultaba cómodo y hasta deseable que las bandas no perdieran su sonido más clásico. Hasta la fecha, por ejemplo, Iron Maiden sigue haciendo el mismo tipo de música, complaciendo así a su base más sólida de fanáticos y aburriendo a personas que desean escuchar nuevas cosas. Sonata Arctica, como ya había mencionado, se sumó a la tendencia de atreverse a probar nuevos sonidos, manteniendo, claro está, su sello personal.

El disco arranca con In black and white, un tema que tiene una buena solidez con las guitarras, que sigue con la línea clásica de las canciones menos veloces de Sonata Arctica y que, a pesar de ello, contiene uno de los mejores solos de guitarra de todo el disco. Todo esto amalgamado perfectamente con los teclados constantes y un buen trabajo vocal de Toni Kakko.

Siguiendo la línea del tema anterior, llega Paid in full, el primer single del disco, donde lo más destacable son los pequeños detalles: unos sutiles teclados llenan la canción mientras que ésta se desenvuelve de manera algo atípica para un sencillo. A veces hay pequeños cambios de ritmo que le dan mucho poder al tema, que no es el clásico single comercial del que la mayoría de los fundamentalistas del heavy metal rehuirían.

For the sake of revenge es el tercer tema de este disco, una canción enclavada en un medio tempo melancólico lleno de una atmósfera perfecta para que se desenvuelva la voz de Toni Kakko, sobre todo en el gran estribillo con el que cuenta esta canción.

Con It won’t fade regresa un poco la velocidad al disco, no a niveles como nos tenían acostumbrados en los discos anteriores, pero esta canción logra imprimirle una muy buena fuerza al trabajo en general. Nuevamente nos encontramos ante un buen estribillo plagado de voces superpuestas y en el plano musical una melodía sólida, casi épica.

Hasta aquí y en adelante todo el disco está permeado con un aura oscura, que continúa en Under your tree, un tema más lento que el anterior, triste y que es conducido por una batería calmada, los teclados más bien atmosféricos y suaves riffs de guitarra. Mención aparte se merecen los sutiles coros que hacen acto de presencia en este tema.

Sigue el mejor tema del disco a mi gusto, Caleb. Una canción que tiene como apertura unos sonidos de teclado que le dan paso a unos buenos riffs pesados. Un poco parecido a White pearl, Black Oceans, esta canción dotada de una gran fuerza transcurre fácilmente por los oídos. Hay cambios de ritmo, un gran trabajo vocal de Kakko y unos coros soberbios y dramáticos hacia el apoteósico final de la canción que cuenta con un solo de guitarra, cosa rara en este disco, y una velocidad perfecta.

Cuando llega The vice apenas y nos damos cuenta. Un buen trabajo en la batería que se diluye en pesados riffs abre este tema trepidante donde la gran cantidad de voces que interactúan en la canción vuelven de este corte algo genial.

My dream’s but a drop of fuel for a nightmare es el largo título de la siguiente canción, donde hacen acto de presencia nuevamente la multiplicidad de voces, los cambios de ritmo y la atmósfera oscura. Hasta este punto podríamos pensar que el disco tiene varios elementos que podrían ser catalogados como progresivos, y ésta canción es muestra de ello, como también lo es la siguiente, The harvest, que es quizá el tema más duro y contundente del disco, que sigue con la línea de Wildfire de su disco anterior. Una canción algo pesada donde Toni Kakko se desgarra la voz para confirmar que este tema es muestra de que si bien el disco está lleno de medios tiempos, también existen canciones muy poderosas.

Para descansar de la violencia de la canción anterior, llega The worlds forgotten, the words forbiden, donde lo que más me gustó fue el inicio con una batería tranquila y ese inmortal “Save me…”. De cualquier forma es de los temas que menos destacan.

Fly with the black swan es un tema como todos los anteriores: oscuro, angustiante, con unas guitarras muy graves, voces sobrepuestas por todos lados, algunos coros bastante buenos y un Toni Kakko que ya no se atreve a explorar los puntos más altos de su registro vocal.

Para cerrar el disco tenemos una balada que, sin duda alguna tiene el sello de la casa. Me refiero a Good enough is good enough, un tema íntimo donde sólo actúa una guitarra acústica, algún violín y la voz de Toni.


Unia es por sobre todas las cosas, un disco diferente a lo que Sonata Arctica nos tenía acostumbrados. Aquí ya no hay un constante doble bombo con montones de solos de guitarra, al contrario, la música es protagonizada por medios tiempos y canciones que tienen riffs muy graves, a diferencia de sus trabajos anteriores. Toni decidió mesurar su voz esta vez, yendo hasta las zonas más bajas de su registro. Por otro lado, el disco es muy difícil de escuchar. Personalmente me mantuve diciendo que éste era un trabajo rarísimo hasta la quinta vez que lo escuché. Finalmente me pareció bastante bueno, difícil de asimilar y con una evolución necesaria, que a los fundamentalistas del género y de la banda les desagradará en gran medida. Algunos dicen que éste es su peor disco. Yo no lo creo así, más bien lo definiría con un trabajo muy oscuro, pesado, complicado, pero musicalmente hablando impecable. O será que a mí me gusta todo lo que los puristas odian…

8.9/10

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domingo, 3 de febrero de 2008

Mars Volta's The Bedlam in Goliath


Regresa una banda sumamente atípica, formada por un México-americano (Cedric Bixler Zavala) y un puertorriqueño (Omar Rodríguez López), quienes eran parte de una banda “emo” llamada “At the Drive-In”. Banda muy conocida por todos los seguidores del género screamo/emo/hardcore. Por alguna extraña razón, Bixler y Rodríguez se cansaron de la música fácil, y decidieron emprender una aventura hacia música más elaborada y compleja. El proyecto se llamó The Mars Votla, nombre que hace referencia a dos gustos que tienen en común Omar y Cedric: la literatura y la ciencia ficción.
En 2003 sacan un disco tan complejo y bello que toma al mundo del rock progresivo por sorpresa: “De-Loused in the Comatorium”. Un disco tan completo y meticuloso que hizo que todo trabajo posterior de The Mars Volta fuera obligadamente comparado con éste. Y hasta su pasado disco (“Amputechture”) no habían logrado superar su primer LP.

La música de esta banda mezcla ritmos, idiomas, géneros, y sobre todo, no sigue ninguna de las reglas establecidas por los géneros del rock actual.; a pesar de que sí toma elementos de varios. El género al que más se acercan es el rock progresivo, aunque no uno ortodoxo, sin embargo se acercan a éste, ya que sus temas evolucionan constantemente y muchos rondan los 10 minutos o más de duración con rítmicas muy intrincadas.

La banda tomó un poco de altura, y el año pasado empezaron a grabar su cuarto álbum, y según ellos, fueron víctimas de una “maldición” que supuestamente adquirieron al jugar con una ouija durante los tours. Según cuentan, cosas raras pasaban al estar grabando el material de su nuevo disco, como la desaparición del material que grabaron de sus Macs, la crisis nerviosa de su ingeniero de sonido entre otras cosas. Incluso Rodríguez llegó al extremo de decir que la ouija le decía qué escribir, y como resultado “The Bedlam in Goliat”, nombre de su cuarto disco de estudio, cuenta la historia que los espíritus a través de la ouija quisieron contar. Yo no sé si sea cierto o no, la verdad me parece una historia muy mafufa, igual y hasta es parte del concepto del disco. A saber. El caso es que según ellos “sufrieron” para poder sacar éste nuevo material.

En fin, el disco abre con “Aberinkula”, y desde el primer instante sabes de quién se trata, y cómo serán los siguientes 75 minutos de tu vida: una lucha constante de the Mars Volta contra el sosiego. Y aunque ya sabemos que gran parte de su música es así, energética, este disco eleva el término Vivace a alturas insospechadas. Como es clásico en la banda, hace gala en este track de todos los instrumentos que manejan, pasando por instrumentos de viento, percusiones curiosas, y, sus clásicas guitarras distorsionadas y agudas sello característico de la banda.

Y llega “Metatron”, canción que viene ligada a la anterior, de hecho, no se nota en la música cuando se pasa de una canción a otra, pareciera que The Mars Volta no te quiere dejar descansar. Algo que me impresionó de esta banda desde la primera vez que los escuché es la capacidad que tiene para parecer que cada instrumento está tocando otra canción y sin embargo, hay ritmo y estructura en ése aparente desorden. “Metatron” es una de esas rolas, que abundan en este disco.

Seguido de uno de los pocos segundos tranquilos del disco, inicia “Ilyena”, con voces distorsionadas que de a poco van tomando inteligibilidad hasta comenzar con el estribillo, y que va evolucionando alrededor de éste hasta llegar a ritmos marcados por percusiones. Las guitarras y la voz chillonas de Cedric no podían faltar.

El cuarto track es un tema corto pero sustancioso que inicia con una batería magistral digna de cualquier baterista metalero, y riffs sumamente pesados hasta que entra la voz de Bixler. Se trata de “Wax Simulacra”, canción que para mí es la mejor del disco y de antemano sé que en vivo sonará mucho mejor que en la versión de estudio. Los metales del final del track me recordaron a “21st Century Schizoid Man” de King Crimson.

Y pegada musicalmente al track anterior llega “Goliath”, tema que contiene las estructuras clásicas y atípicas de the Mars Volta, con unos metales que hacen ver como niñas de escuela a todos los grupos de ska que se precian de ser virtuosos en ese departamento. Tiene tantas estructuras y formas esta canción que diría yo que es épica.

Y hasta aquí el disco iba bien, poderoso y lleno de energía, pero en los siguientes cuatro tracks el disco cae en un bache. “Tourniquet Man” es una canción desafortunada en la que a mi gusto abusan de la distorsión en la voz y los elementos electrónicos, “Cavalettas” devuelve algo de poder al disco pero no termina de amalgamar las buenas ideas que se ven a lo largo de sus nueve minutos como lo habían hecho en las primeras 5 canciones del disco en las que todas las ideas, facetas y estructuras de las canciones iban unidas. “Agadez” termina bien, pero sus primeras estanzas me parecen algo inciertas. Y regresando con las similitudes entre King Crimson y the Mars Volta el noveno track del disco me recuerda en muchas cosas a “Epitaph” y “The Court Of The Crimson King” aunque en “Askepios” estas cosas no terminan de convencerme.

Ouroboros” regresa la solidez musical al disco, y durante sus 6 minutos y medio la banda nos da cátedra de cómo hacer un tema épico. Un tema que empieza fuerte y termina hasta cierto punto ‘calmado’; y curiosamente cada vez que la escucho le encuentro un detalle nuevo.

El penúltimo track es “Soothsayer” que empieza con unos violines raros, y después da la impresión de situarte en algún punto del medio oriente. Un tema netamente experimental, que como tal, no termino de entender.

El disco cierra con “Conjugal Burns”, otra pista experimental, en el que pareciera que le dijeron a cada miembro que improvisara al grabar la canción. No me gustó cómo cerró el disco, y es que aunque el track es poderoso en ocasiones, se pierde por su misma naturaleza experimental.

Y haciendo la comparación obligada no, “The Bedlam in Goliath” no supera su primer disco, de hecho me parece su trabajo más irregular aunque con cosas rescatables; no hay necesidad de ir a enterrarlo como hizo Rodríguez con la ouija.

El promedio del disco fue de 3.25 estrellas.

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