Opeth en el Circo Volador
Con nueve discos de estudio y casi veinte años de carrera musical Opeth tiene obras maestras del progresivo como: The Moor, Master's Apprentices, The Baying of the Hounds, The Grand Conjuration, A Fair Judgement, Bleak, Serenity Painted Death, Face of Melinda, Ending Credits y la multicitada Demon of the Fall, por mencionar sólo algunas. Y sin embargo, en su primer concierto en la ciudad de México no tocaron ninguna de ésas diez —que también son mis favoritas (y en el orden en el que me hubiera gustado escucharlas). Y es que, con el repertorio que tiene Opeth es imposible que toquen lo mejor de su repertorio en una noche, y dejar satisfechos a todos. Sin embargo el punto era ver a Opeth, y realmente, lo que tocaran lo hubieran tocado de manera excelsa y a la perfección como lo hicieron anoche.
Desde varias semanas atrás se sabía que iba ser un lleno el concierto del domingo, por lo que era lógico pensar en una enorme fila de fanáticos esperando ver cómo su Majestad Infernal (a.k.a. Piñata Gonzáles) subiría al escenario. Afortunadamente tengo la mala costumbre de llegar temprano al Circo Volador a hacer fila desde temprano, y a pesar de que ayer llegué al diez para las tres de la tarde ya había una fila que le daba vuelta a la cuadra. Gente sentada jugando ajedrez, revendedores apartando lugares en la fila, en fin. Como a las cuatro me percaté gente cerca de la entrada del Circo, me acerqué, y no era otra cosa que gente escuchando el sound check, tocaban Deliverance, un pedazo alcancé a escuchar, y ya empezaba a emocionarme. Luego los “organizadores” del evento movieron la fila hacia el eje tres. Y gracias a eso nos dio todo el sol de frente por tres horas…
Sin embargo nada de eso importaría cuando pasadas las ocho con cinco de la noche subieran al escenario Åkerfeldt, Åkesson, Méndez, Axenrot y Wiberg y empezaran a tocar Heir Apparent. Canción que me parece sublime, y excelente para abrir un concierto. Muchas veces se escuchan comentarios de gente “conocedora” que dicen que una banda es buena si en vivo suena igual que en sus discos; entonces bajo esa lógica una banda como Opeth que en vivo suena mejor que en sus discos tiene que ser una de las mejores bandas en el planeta. Y lo es. Y qué decir del sonido, todo detalle se escuchaba claro, sin saturación, aún cuando los growls y las paredes de guitarras estremecían al recinto.
La segunda canción de la noche sería Ghost Of Perdition que es la primera canción de su octavo disco, y que además es impresionante en vivo. El growl de Åkerfeldt no se pierde en vivo como sucede con tantas otras bandas de Death Metal, al contrario, el growl toma una fuerza insoslayable en la ejecución de sus canciones, tanto que asusta. Estoy convencido de que si en verdad existiera Satanás o el Diablo hablaría con el growl de Åkerfeldt. La tercera canción de la noche fue Godhead’s Lament que se desprende de mi disco favorito de Opeth, y me agradó mucho ver cómo “Légolas” ejecutó a la perfección la batería que en el disco tocara Martín López, y que el mismo Mikael describió en la reedición de Still Life como: “(he) played like a fucking God”.
Vendría The Leper Affinity del Blackwater Park, y todo sería éxtasis. Gran canción, una canción impactante de hecho. Por momentos me quedaba parado tratando de procesar lo que estaba atestiguando: una de las mejores canciones de una de las mejores bandas, siendo tocada en vivo magistralmente y sin un solo error. Al terminar la canción, Mr. Piñata en su bizarro sentido del humor nos preguntaría si sabemos cantar, realmente estaba introduciendo la siguiente canción: Credence. Buena canción a secas, que dentro de las baladas de Opeth me parece que es de las que tiene menos fuerza, igual la canté como desquiciado, y me dejó un muy buen sabor de boca.
La sexta canción de la noche sería la penúltima canción de su último disco, Hessian Peel que como ya sabrán comienza calmadita, y luego a la mitad se pone pesadísima, y que en vivo me permitió notar detalles que en el disco no. Luego vendría Closure del Damnation, que ya desde Lamentations había notado cómo en vivo es una delicia, y que anoche no fue la excepción. Es el progresivo en toda su majestuosidad, fue perfecta e impresionante. Además, el público se ganaría a la banda coreando la melodía final de la canción. Muchas veces critico al público mexicano por no saber callarse en los momentos calmados de una canción, sin embargo ayer fue espectacular cómo todo el recinto tocó las fibras más sensibles de don Piñata.
A continuación tocarían The Night And The Silent Water, canción sobre el abuelito de Åkerfeldt. (sic) Cuando veía que estaban tocando esta canción en giras recientes me preguntaba qué rol podría tener Wiberg en la canción cuando no hay teclados en la versión original. La respuesta fue muy grata, le dio más cuerpo a la canción. De hecho suena muy diferente en vivo que en la versión original, y es que además de los teclados, el growl de Åkerfeldt suena mucho más maduro y menos chillón que en el disco. E incluso, ¡no se extrañó la guitarra acústica en esta versión! Nuevamente: Opeth en vivo es mejor que en sus discos.
La última canción que tocarían antes de abandonar el escenario por primera ocasión sería The Lotus Eater. Canción que según Åkerfeldt es un clásico al menos para una persona, me pregunto para quién… Fue impresionante, y fue otra canción del nuevo disco a la que le tomé otra mirada.
La banda abandonó el escenario para regresar poco después con una cámara y pedirnos que hiciéramos headbang sin música, quisiera ver cómo quedó en cámara dicho suceso. Y luego nos dedicarían Deliverance, su última canción, y con la que cerrarían un buen concierto. La canción en sí es buena, sin embargo, considero que tienen mejores para cerrar un concierto. Lástima que yo no tengo injerencia en la planeación de los setlists de Opeth. (ja)
Excelente concierto, ejecutado magistralmente, y aunque no tocaron mis canciones favoritas me quedo con un comentario que escuché anoche a la salida del concierto: “¡es Opeth! ¿qué más quieren?”.
Desde varias semanas atrás se sabía que iba ser un lleno el concierto del domingo, por lo que era lógico pensar en una enorme fila de fanáticos esperando ver cómo su Majestad Infernal (a.k.a. Piñata Gonzáles) subiría al escenario. Afortunadamente tengo la mala costumbre de llegar temprano al Circo Volador a hacer fila desde temprano, y a pesar de que ayer llegué al diez para las tres de la tarde ya había una fila que le daba vuelta a la cuadra. Gente sentada jugando ajedrez, revendedores apartando lugares en la fila, en fin. Como a las cuatro me percaté gente cerca de la entrada del Circo, me acerqué, y no era otra cosa que gente escuchando el sound check, tocaban Deliverance, un pedazo alcancé a escuchar, y ya empezaba a emocionarme. Luego los “organizadores” del evento movieron la fila hacia el eje tres. Y gracias a eso nos dio todo el sol de frente por tres horas…
Sin embargo nada de eso importaría cuando pasadas las ocho con cinco de la noche subieran al escenario Åkerfeldt, Åkesson, Méndez, Axenrot y Wiberg y empezaran a tocar Heir Apparent. Canción que me parece sublime, y excelente para abrir un concierto. Muchas veces se escuchan comentarios de gente “conocedora” que dicen que una banda es buena si en vivo suena igual que en sus discos; entonces bajo esa lógica una banda como Opeth que en vivo suena mejor que en sus discos tiene que ser una de las mejores bandas en el planeta. Y lo es. Y qué decir del sonido, todo detalle se escuchaba claro, sin saturación, aún cuando los growls y las paredes de guitarras estremecían al recinto.
La segunda canción de la noche sería Ghost Of Perdition que es la primera canción de su octavo disco, y que además es impresionante en vivo. El growl de Åkerfeldt no se pierde en vivo como sucede con tantas otras bandas de Death Metal, al contrario, el growl toma una fuerza insoslayable en la ejecución de sus canciones, tanto que asusta. Estoy convencido de que si en verdad existiera Satanás o el Diablo hablaría con el growl de Åkerfeldt. La tercera canción de la noche fue Godhead’s Lament que se desprende de mi disco favorito de Opeth, y me agradó mucho ver cómo “Légolas” ejecutó a la perfección la batería que en el disco tocara Martín López, y que el mismo Mikael describió en la reedición de Still Life como: “(he) played like a fucking God”.
Vendría The Leper Affinity del Blackwater Park, y todo sería éxtasis. Gran canción, una canción impactante de hecho. Por momentos me quedaba parado tratando de procesar lo que estaba atestiguando: una de las mejores canciones de una de las mejores bandas, siendo tocada en vivo magistralmente y sin un solo error. Al terminar la canción, Mr. Piñata en su bizarro sentido del humor nos preguntaría si sabemos cantar, realmente estaba introduciendo la siguiente canción: Credence. Buena canción a secas, que dentro de las baladas de Opeth me parece que es de las que tiene menos fuerza, igual la canté como desquiciado, y me dejó un muy buen sabor de boca.
La sexta canción de la noche sería la penúltima canción de su último disco, Hessian Peel que como ya sabrán comienza calmadita, y luego a la mitad se pone pesadísima, y que en vivo me permitió notar detalles que en el disco no. Luego vendría Closure del Damnation, que ya desde Lamentations había notado cómo en vivo es una delicia, y que anoche no fue la excepción. Es el progresivo en toda su majestuosidad, fue perfecta e impresionante. Además, el público se ganaría a la banda coreando la melodía final de la canción. Muchas veces critico al público mexicano por no saber callarse en los momentos calmados de una canción, sin embargo ayer fue espectacular cómo todo el recinto tocó las fibras más sensibles de don Piñata.
A continuación tocarían The Night And The Silent Water, canción sobre el abuelito de Åkerfeldt. (sic) Cuando veía que estaban tocando esta canción en giras recientes me preguntaba qué rol podría tener Wiberg en la canción cuando no hay teclados en la versión original. La respuesta fue muy grata, le dio más cuerpo a la canción. De hecho suena muy diferente en vivo que en la versión original, y es que además de los teclados, el growl de Åkerfeldt suena mucho más maduro y menos chillón que en el disco. E incluso, ¡no se extrañó la guitarra acústica en esta versión! Nuevamente: Opeth en vivo es mejor que en sus discos.
La última canción que tocarían antes de abandonar el escenario por primera ocasión sería The Lotus Eater. Canción que según Åkerfeldt es un clásico al menos para una persona, me pregunto para quién… Fue impresionante, y fue otra canción del nuevo disco a la que le tomé otra mirada.
La banda abandonó el escenario para regresar poco después con una cámara y pedirnos que hiciéramos headbang sin música, quisiera ver cómo quedó en cámara dicho suceso. Y luego nos dedicarían Deliverance, su última canción, y con la que cerrarían un buen concierto. La canción en sí es buena, sin embargo, considero que tienen mejores para cerrar un concierto. Lástima que yo no tengo injerencia en la planeación de los setlists de Opeth. (ja)
Excelente concierto, ejecutado magistralmente, y aunque no tocaron mis canciones favoritas me quedo con un comentario que escuché anoche a la salida del concierto: “¡es Opeth! ¿qué más quieren?”.
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