domingo, 27 de septiembre de 2009

Muse - The Resistance (2009)


Muse, en medio de su gran dramatismo –con un estilo reminiscente a Queen– y sus fusiones de géneros, ritmos y texturas electrónicas, ha logrado darnos con su más reciente disco de estudio (The Resistance) un compendio de canciones, algunas irrelevantes y otras musicalmente sublimes y con un mensaje insoslayable para estas épocas de sodomía mental.

They'll try to push drugs to keep us all dumbed down, and hope that we will never see the truth around” (Intentarán dar drogas para mantenernos inutilizados, y esperando que nunca veamos la verdad a nuestro al rededor) nos advierte Bellamy en “Uprising” los peligros de vivir en el delirio de la vida moderna. Es la voz de aquéllos que hemos despertado y reconocido la mentira de este sistema la que nos identifica con Bellamy al escucharlo cantar con su singular falsete tales estrofas.

If you could flick a switch and open your third eye, you'd see that we should never be afraid to die” (Si pudieras mover un switch y abrir tu tercer ojo, verías que no deberíamos nunca temer a la muerte) es lo que nos quiere hacer comprender este genio contemporáneo; que las respuestas a nuestras preguntas más complejas y trascendentales están en los sentimientos que construyen vida: el amor es nuestra resistencia (“Love is our resistance”).


Mención aparte merece la sinfonía “Exogenesis” (que yo interpretaría como génesis fuera, “nacimiento afuera de”), una verdadera joya musical contemporánea que es a la vez un prisma de imágenes y sensaciones esperanzadoras. Crear mundos a fuera de éste que hemos destruido al seguir la ilusión de una civilización antropocéntrica. ¿Qué hacemos aquí? se nos cuestiona en Overture, es demasiado tarde ya para este planeta al que llamamos Tierra y es necesario abstraernos a realidades fuera de este agonizante mundo.

Es inspirador ver salir del “mainstream” maravillosas obras de arte como lo es este disco, que a pesar de caer en lugares comunes como en “I Belong to You”, tiene como motor principal el hacer pensar al escucha: que cuestione su realidad, que se resistan a aceptar al sistema caído, y que logremos como especie reencontrarnos con las cosas que en un principio nos hicieron únicos: el amor y el pensamiento abstracto.

Calificación del disco: 4.09 estrellas de 5 posibles.

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domingo, 20 de septiembre de 2009

Porcupine Tree - The Incident (2009)


Cuando la felicidad llega a tu vida, cuando en verdad llega la felicidad a tu vida, te destroza. Te enseña que todas aquéllas insignificantes cosas materiales que creías te hacían feliz, eran solamente eso: cosas insignificantes. Es devastador alcanzar la felicidad, es un sentimiento de propósito cumplido, de estar en la cima de tu búsqueda por la esencia de la vida misma: ser feliz.

The Incident es un testimonio de la felicidad de Steven Wilson. Así como discos anteriores son testimonios de las cosas que él, como artista encontró de valor; como el uso del LSD (Voyage 34), contar historias mágicas y enigmáticas (Deadwing) o simplemente testimonios de sus creencias como persona (Signify), el más reciente disco de estudio de la banda de “rock progresivo” que trasciende las etiquetas musicales de los mortales es eso: un testimonio de la felicidad de un hombre aterradoramente melancólico.

Empezando por la disonancia cognitiva que es el tener dos discos aislados conformando una idea de un solo disco –ya que “The Incident → Disco 1” y “The Incident → Disco 2” son dos discos no relacionados ni en lo más elemental musical o líricamente hablando al mismo tiempo conforman el mismo disco– y comprendiendo la historia y vanguardia musical que ha representado esta materialización de una de las muchas manifestaciones artísticas de Steven Wilson que es Porcupine Tree; The Incident recrea a la perfección el pensamiento disidente y belicoso de Wilson en un contexto de armonía, belleza y amor.

Promedio del disco 1: 4.07 de 5 estrellas.

Es el encontrar belleza en las cosas más triviales e irónicas de la vida cotidiana (“Your Unpleasant Family”), y el comprender lo angustiante y devastador del paso del tiempo al mismo tiempo que haces tuya la noción del momento que te permite admirar desde lo atemporal la belleza de lo efímero (“Time Flies”); lo que The Incident en su conjunto tiene como mensaje.

Musicalmente, las cosas necesarias del sonido de Porcupine Tree están presentes, y en general se siente una falta de innovación al recurrir frecuentemente a ideas previamente desarrolladas. Los solos de guitarra con el sello característico de Steven están ahí, recordándonos lo increíblemente sencillo que puede ser el crear música bella cuando ésta es hecha con la calidez artesanal única de la banda.

Es sumamente admirable lo eficaz que resulta la inherente melancolía Wilsoniana para la composición de música sencilla y bella que trasciende las etiquetas de cualquier género musical conocido por el hombre; Y cómo puede esa misma melancolía Wilsoniana crear canciones geniales y bellas como “Remember Me Lover”.

Promedio del disco 2: 4.50 de 5 estrellas.

Promedio de ambos discos: 4.28 estrellas de 5 posibles.

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miércoles, 2 de septiembre de 2009

Mastodon en el Salón Vive Cuervo

Todas las fotos tomadas de: flickr

De todas las cosas triviales que más me emocionan y entusiasman en el mundo, ir a conciertos sigue estando en el primer lugar; más si la banda a la que voy a ver es una con un cierto grado de respeto propio –si es una banda de metal se entiende que no se han “sensibilizado”, “estandarizado” a la música comercial, o no han llegado a trivializar las letras de sus canciones hablando de ser ellos mismos, o sobre algún tema romántico (ya ven que es bien original escribir canciones de amor)– y sobre todo, con alto grado de virtuosismo.
Mastodon sigue cumpliendo con estos criterios, y a pesar de que ya hay hipsters amenazando con inmiscuirse en la base de seguidores de la banda, la noche del pasado martes 25 de agosto en el Salón “Vive Cuervo” presencié una de las más brutales experiencias musicales y trascendentales de mi vida. Aún cuando el lugar del evento no se llenó, los asistentes quedaron satisfechos al presenciar una de las más trepidantes presentaciones en vivo que hay en la actualidad.
Llegué media hora antes de que iniciara el concierto, o mejor dicho, antes de la hora que el boleto tenía como hora de inicio, y no sólo no había filas, los revendedores estaban dando los boletos por debajo del precio de taquilla. Esto me causó mucha risa, esas sanguijuelas que son los revendedores tenían una cara de desesperación que pocas veces tengo el gusto de ver, ojalá en todos los eventos les pasara lo mismo para que pronto dejaran de existir. Ya adentro no tuve dificultad en encontrar un buen lugar en donde ver el concierto, por lo mismo de lo poco concurrido del evento.

Una corta espera para que empezara la banda abridora, misma que no merece nada de mí, aunque sí me gustaría señalar lo estúpido que se ha convertido eso de tener bandas “abridoras”; ni ellos lo disfrutan –no creo que exista algún artista al que le guste recibir insultos y silbidos al tocar en vivo– ni el público lo disfruta, al contrario nos es molesto. Habrían que pensar los promotores si realmente sigue conservando algo de sentido el tener teloneros, además de que me sigue resultando aberrante que esto sea algo impositivo, finalmente si me interesara la banda abridora de perdida me sabría su nombre, o los iría a ver a ellos al “Vive Latino” o en donde sea que estas banduchas toquen en estos días de sodomía mental. Y ni mencionar el infantil argumento de que hay que apoyar el rock mexicano, por favor.
Posterior a otra corta espera después de que montaban el escenario de Mastodon y desmotaban el de Yokozuna salieron al escenario los cuatro integrantes de la banda principal de la noche, más un tecladista que entró por otro lado y que, como era de esperarse tocó durante todo el primer setlist que consistió en todo su nuevo disco: “Crack The Skye”.

Lo que caracterizó al primer setlist fue lo “calmado” de éste, si bien el disco es calmado, en vivo no lograron transmitir la energía de las canciones, en parte porque los micrófonos de los dos “vocalistas” nunca lograron escucharse de una manera constante. De hecho me da la impresión de que así estaba planeado por el ingeniero de sonido. Para fortuna de muchos, todos los instrumentos a excepción del teclado que parecía más estar de adornosobresalieron con una nitidez y una ejecución sublime. Finalmente, tanto Troy como Brent como vocalistas son muy buenos instrumentalistas. Buena a secas esta presentación completa de su más reciente disco, supongo que después de este tour se cerrará este capítulo de la banda llamado “Crack The Skye”.

El segundo setlist de la noche fue uno mucho más violento y pesado, casi inefable si no fuera por la palabra: brutal. Bladecatcher, Colony Of Birchmen, The Wolf Is Loose, Crystal Skull y Capillarian Crest fueron las primeras cinco canciones del segundo setlist, todas de su tercer disco: “Blood Mountain”; y todas bestialmente ejecutadas: rápidas, pesadas, y ya sin el bigotón tecladista. El público se puso muy intenso, tanto en histeria colectiva como en golpear al de junto, todos hipnotizados por los trémolos ocasionados por los riffs destructores de Mastodon.

Logré mantenerme en pie hasta ese punto, a pesar de estar en el epicentro de los moshpits. Pero cuando tocaron Megalodon y Blood and Thunder, ambas del apoteósico “Leviathan” ya no pude más. No sólo fue catártico, fue una de esas experiencias únicas que te dejan descubrir en ese preciso momento, cuando tu razón ha sido reducida a esquivar golpes y respirar, todo bellamente adornado por la histeria colectiva, la perfecta unión que hay entre el alma y la música.

Así cerraron el segundo setlist, de una manera demencial. Regresarían para tocar un tímido encore compuesto por dos canciones: Iron Tusk y March of the Fire Ants de los discos Leviathan y Remission respectivamente. Que también fueron rápidas y brutales, pero ya todo había sido dicho desde las últimas dos canciones del segundo setlist.

Un concierto más, y aunque cada vez pierdo más mi capacidad de impresionarme fácilmente, sigo creyendo en bandas con miembros que se salen a curiosear en los puestos de mercancía pirata a las afueras del recinto donde tocaron; y en bandas que le siguen pintando un dedo a interactuar con el público. Para qué hacerlo si pueden salir al escenario sólo a tocar, que para eso compré mi boleto.

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