miércoles, 2 de septiembre de 2009

Mastodon en el Salón Vive Cuervo

Todas las fotos tomadas de: flickr

De todas las cosas triviales que más me emocionan y entusiasman en el mundo, ir a conciertos sigue estando en el primer lugar; más si la banda a la que voy a ver es una con un cierto grado de respeto propio –si es una banda de metal se entiende que no se han “sensibilizado”, “estandarizado” a la música comercial, o no han llegado a trivializar las letras de sus canciones hablando de ser ellos mismos, o sobre algún tema romántico (ya ven que es bien original escribir canciones de amor)– y sobre todo, con alto grado de virtuosismo.
Mastodon sigue cumpliendo con estos criterios, y a pesar de que ya hay hipsters amenazando con inmiscuirse en la base de seguidores de la banda, la noche del pasado martes 25 de agosto en el Salón “Vive Cuervo” presencié una de las más brutales experiencias musicales y trascendentales de mi vida. Aún cuando el lugar del evento no se llenó, los asistentes quedaron satisfechos al presenciar una de las más trepidantes presentaciones en vivo que hay en la actualidad.
Llegué media hora antes de que iniciara el concierto, o mejor dicho, antes de la hora que el boleto tenía como hora de inicio, y no sólo no había filas, los revendedores estaban dando los boletos por debajo del precio de taquilla. Esto me causó mucha risa, esas sanguijuelas que son los revendedores tenían una cara de desesperación que pocas veces tengo el gusto de ver, ojalá en todos los eventos les pasara lo mismo para que pronto dejaran de existir. Ya adentro no tuve dificultad en encontrar un buen lugar en donde ver el concierto, por lo mismo de lo poco concurrido del evento.

Una corta espera para que empezara la banda abridora, misma que no merece nada de mí, aunque sí me gustaría señalar lo estúpido que se ha convertido eso de tener bandas “abridoras”; ni ellos lo disfrutan –no creo que exista algún artista al que le guste recibir insultos y silbidos al tocar en vivo– ni el público lo disfruta, al contrario nos es molesto. Habrían que pensar los promotores si realmente sigue conservando algo de sentido el tener teloneros, además de que me sigue resultando aberrante que esto sea algo impositivo, finalmente si me interesara la banda abridora de perdida me sabría su nombre, o los iría a ver a ellos al “Vive Latino” o en donde sea que estas banduchas toquen en estos días de sodomía mental. Y ni mencionar el infantil argumento de que hay que apoyar el rock mexicano, por favor.
Posterior a otra corta espera después de que montaban el escenario de Mastodon y desmotaban el de Yokozuna salieron al escenario los cuatro integrantes de la banda principal de la noche, más un tecladista que entró por otro lado y que, como era de esperarse tocó durante todo el primer setlist que consistió en todo su nuevo disco: “Crack The Skye”.

Lo que caracterizó al primer setlist fue lo “calmado” de éste, si bien el disco es calmado, en vivo no lograron transmitir la energía de las canciones, en parte porque los micrófonos de los dos “vocalistas” nunca lograron escucharse de una manera constante. De hecho me da la impresión de que así estaba planeado por el ingeniero de sonido. Para fortuna de muchos, todos los instrumentos a excepción del teclado que parecía más estar de adornosobresalieron con una nitidez y una ejecución sublime. Finalmente, tanto Troy como Brent como vocalistas son muy buenos instrumentalistas. Buena a secas esta presentación completa de su más reciente disco, supongo que después de este tour se cerrará este capítulo de la banda llamado “Crack The Skye”.

El segundo setlist de la noche fue uno mucho más violento y pesado, casi inefable si no fuera por la palabra: brutal. Bladecatcher, Colony Of Birchmen, The Wolf Is Loose, Crystal Skull y Capillarian Crest fueron las primeras cinco canciones del segundo setlist, todas de su tercer disco: “Blood Mountain”; y todas bestialmente ejecutadas: rápidas, pesadas, y ya sin el bigotón tecladista. El público se puso muy intenso, tanto en histeria colectiva como en golpear al de junto, todos hipnotizados por los trémolos ocasionados por los riffs destructores de Mastodon.

Logré mantenerme en pie hasta ese punto, a pesar de estar en el epicentro de los moshpits. Pero cuando tocaron Megalodon y Blood and Thunder, ambas del apoteósico “Leviathan” ya no pude más. No sólo fue catártico, fue una de esas experiencias únicas que te dejan descubrir en ese preciso momento, cuando tu razón ha sido reducida a esquivar golpes y respirar, todo bellamente adornado por la histeria colectiva, la perfecta unión que hay entre el alma y la música.

Así cerraron el segundo setlist, de una manera demencial. Regresarían para tocar un tímido encore compuesto por dos canciones: Iron Tusk y March of the Fire Ants de los discos Leviathan y Remission respectivamente. Que también fueron rápidas y brutales, pero ya todo había sido dicho desde las últimas dos canciones del segundo setlist.

Un concierto más, y aunque cada vez pierdo más mi capacidad de impresionarme fácilmente, sigo creyendo en bandas con miembros que se salen a curiosear en los puestos de mercancía pirata a las afueras del recinto donde tocaron; y en bandas que le siguen pintando un dedo a interactuar con el público. Para qué hacerlo si pueden salir al escenario sólo a tocar, que para eso compré mi boleto.

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